Pedro Sánchez El Profanador

Profanar, en un sentido amplio, es tratar sin respeto algo que lo merece. Por antonomasia, una tumba. Las cosas merecen ser respetadas por lo que significan, no por lo que son, y las acciones deben juzgarse no tanto por los hechos como por la intención. Así pues, podemos decir que Pedro Sánchez ha profanado una tumba, no tanto por sus huesos como por el significado de lo que allí había enterrado, y no tanto por la exhumación de los restos como por su intención aviesa.

En 1879 Pablo Iglesias fundó el PSOE como un partido de clase obrera, socialista y marxista. Era la moda, había muchos obreros y alguien tenía que conquistar ese electorado. Durante cien años, entre luces y sombras, mantuvieron el espíritu hasta que Felipe González despegó la etiqueta de marxista de los estatutos del partido, que de tan manoseada había quedado sucia y llena de sangre. No así las otras dos, que aún se mantienen incluso en el nombre como una suerte de anacronismo romántico. Porque obreros como los del s. XIX ya no quedan. Y porque el socialismo se sustenta en el antagonismo de clases, opresores contra oprimidos, conceptos que desaparecieron hace tiempo de la realidad, si es que alguna vez tuvieron sentido más allá de la esclavitud.

El PSOE de ahora, no obstante, conserva el sello de socialista, aunque no pueda defenderlo. El socialismo propone la colectivización y la planificación por parte del estado de la vida social y económica mediante la centralización de la propiedad, de la producción y de la distribución de bienes, con el fin de igualar a todos los individuos. Puesto que ya no hay manera de convencer al electorado con ese discurso, hoy prefieren utilizar el ambiguo epíteto de progresista. Y es que el socialismo solo ha traído muertos para ser implantado y hambre como premio. Basta darle un vistazo rápido a la realidad, que a veces nos pasa desapercibida ensimismados en el idealismo, para intuir las consecuencias de tal sistema político. La realidad dice que China, Cuba, Corea del Norte, Laos y Vietnam son los únicos países de gobierno socialista que quedan. También lo fueron otros como URSS, Albania, Camboya, Etiopía, Mongolia, Somalia o Yugoslavia, y algunos no tan afines al marxismo como Argelia, Irak o Siria. No hace falta ser un experto en nada para intuir por dónde van los tiros. No obstante, el índice de desarrollo humano que estima la ONU mediante el estudio la esperanza de vida larga y saludable, el acceso a la educación y el nivel de vida digno, dice que países como Noruega, Suiza, Alemania, Australia, USA, Canadá, Singapur, Japón o Dinamarca lideran la lista, tan alejados del socialismo como pueden. La propaganda emocional socialista se apoya en demagogias como «en USA si no eres rico no puedes estudiar» o «en USA si no tienes dinero te mueres en la puerta de un hospital». La realidad, en cambio, ofrece otros datos, mejores en USA que en China, mejores en Suiza que en Laos.

Como esto se sabe, y no es Corea del Norte un buen espejo en el que mirarse, a Pedro Sánchez se le queda el discurso huero para convencer a los electores. En la web del PSOE no encuentro una declaración de principios ideológicos en los que sustentar su política, ni tampoco un programa electoral a solo dos semanas de los comicios, si bien el líder sostiene que solo él tiene «un programa de gobierno para guiar a nuestro país hacia el progreso con moderación». Encuentro, eso sí, una declaración de compromisos en los que se subrayan ambigüedades como ahora, avanzando, responsabilidad, sentido de Estado, generosidad, consenso, libertades, altura de miras, igualdad, justicia social. Yo añadiría otras, para no pillarse los dedos, como adelante, siempre, belleza, simpatía, bondad, amabilidad, honradez, esperanza, amor… que suenan la mar de bien. Pero eso no convence ni a quienes se leen los estatutos del partido, si es que alguien los lee. Convence, en cambio, la demagogia y la propaganda. Lo que funciona es azuzar el antagonismo fundamental: opresores contra oprimidos. Y a falta de nuevos monstruos valen los de siempre. Nada más efectivo que desenterrar los odios entre rojos y azules, nada más rápido que volver a llenar los periódicos con los nombres de Franco y la Guerra Civil, nada más mediático que abrir una tumba y airear las banderas con las que nos matábamos. Y así mucha gente se sentirá oprimida otra vez, y la que no, enemiga.

Desenterrando a Franco, Pedro Sánchez profana, huesos a parte, la memoria de todos aquellos que decidieron enterrar allí sus iras, sus culpas, sus miserias y sus injusticias, perdonándose a sí mismos con la promesa de no volver a repetirlo. Si le sale bien la profanación conseguirá desenterrar también el odio y revivir la lucha entre opresores y oprimidos. Tendrá campo libre para extender esa dialéctica y nicho electoral para cosechar votos. La batalla que busca será real. Habrá ganado, aunque resulte aviesa su intención. Pero en esa guerra, como siempre, solo habrá enemigos. Y perderemos todos.

Es hermoso ver cómo se besan dos jóvenes en el parque, sin saber de qué color era la camisa de sus bisabuelos.

2 comentarios en “Pedro Sánchez El Profanador

  1. No puede ser más acertado tu amplio comentario, lo suscribo totalmente. Ojala su abuelo lo pudiera estar viendo ahora mismo para su sonrojo. Dejemos descansar a los muertos y sus memorias en paz.

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