Análisis de la investidura de Sánchez

Con la investidura de Sánchez escuchamos dos bandos ardientes diciendo cosas contradictorias. Del lado de los ganadores se dice que estamos ante un gobierno estable y de progreso, que promueve la concordia entre españoles y que respeta la Constitución. Del lado de los perdedores se dice que Sánchez es un mentiroso, que socava la independencia judicial y la separación de poderes, que está aliado con los que quieren romper España, que asistimos a un golpe de estado y que la prensa es tan partidista y está tan corrupta que le justifica todo. Ya que me lo pides, aunque sabes que no me gusta, vamos a analizar qué significa eso que dicen y cuánta razón tienen. Te anticipo que son palabras de poca enjundia y carentes de razón, pero te gustará desmenuzar conmigo por qué. Vamos allá, hoy, literatura de tercera división.

Antes de entrar en materia, cabe detenerse en el aspecto técnico de la investidura: Sánchez es investido con los votos de toda suerte de partidos que nada tienen que ver entre sí, muchos de ellos independentistas, de manera inmoral para el sentir de muchas personas. Conviene calmarse y observar que no puede ser de otra manera. Tal y como está el espíritu social del voto, la mitad prefiere azul y la otra mitad rojo, a grandes rasgos, y una minoría vota nacionalismos. El sistema de gobierno parte de esa idea y juega a eso. Ahora, tal y como está la ley electoral, que no se hizo así por despiste, esa minoría que vota nacionalismo tiene una cierta representación parlamentaria, y suele ser necesaria para formar gobiernos. El sistema electoral sobrerrepresenta por un lado a los grandes partidos con implantación nacional y por otro a los partidos minoritarios regionales, y desprecia las alternativas generales. Por ejemplo, en el resultado de las últimas elecciones, si promediamos los escaños y los votos, al PP cada escaño le costó 59499 votos, similar al PSOE, o a Junts, o al PNV. Sin embargo, a VOX o a Sumar cada escaño les costó casi 100.000 votos, por no hablar de Pacma, que con 165.768 votos no tiene ninguno. En definitiva, alrededor del 40% vota rojo y otro tanto azul, y el 20% restante se reparte entre los pequeños partidos regionales, con lo cual es necesario que tengan voz en la investidura y en el parlamento para aprobar cualquier cosa. Así ha sido en todas las legislaturas sin mayorías absolutas de un partido, cosa que no es muy frecuente. Por tanto, no debe extrañarnos. Lo que a muchos les alarma es que las condiciones que ha tenido que pactar Sánchez para ser investido son inadmisibles, y se rasgan la piel en vano argumentando lo infame y terrible de los acuerdos. Pero eso tampoco debe preocupar a nadie, Sánchez ha demostrado que es firme y tenaz en su actitud y que nada de lo que dice se ha de tomar en serio, que puede cambiar de opinión tantas veces como haga falta y que puede prometer una cosa por la mañana y hacer la contraria por la tarde sin que le tiemble el pulso. Hay que ser muy ingenuo para pensar que va a cumplir lo que ha firmado.

Empecemos por el lado de los ganadores, por eso de que tenemos un gobierno de progreso para consolidar avances. Como sabes, son palabras vacías. El progreso es el avance, el adelanto, el perfeccionamiento. La productividad de España está estancada desde la crisis del 2008. En este tiempo, la presión fiscal ha aumentado un 15%, y un 10% solo en el periodo de Sánchez, sin que eso se traduzca en ningún bienestar para la población, pues en estos quince años, el PIB per cápita ajustado por inflación ha bajado un 8%, es decir, somos un 8% más pobres que en 2008. En el mismo periodo, Eslovenia, que tiene un PIB per cápita similar al nuestro hoy, ha aumentado un 10%. Tomo los datos desde 2008, mientras han sido los gobiernos de progreso de Zapatero, Rajoy y Sánchez, porque si tomamos solo los de Sánchez son mucho peores y alguien podría pensar que es culpa de algún virus. Y meto a Rajoy dentro de los progresistas porque no veo ninguna diferencia sustancial entre sus políticas económicas y las que defiende Sánchez. La tasa de desempleo es hoy del 12%, la mayor de la UE, el doble de la media. Por el lado del feminismo, la tasa de paro de mujeres jóvenes es del 30%, algo bochornoso, el doble de la media europea, y la brecha respecto a los hombres se ha ampliado desde 2017, el periodo del gobierno progresista de Sánchez. Tomo los datos de inflation.eu, datosmacro.com e INE. En esa línea de gobierno feminista, las condenas por violencia de género durante el periodo de Sánchez han aumentado un 33% según el INE y, como sabemos, las penas de los agresores se han reducido de forma ignominiosa gracias a una ley desafortunada. Podríamos seguir así apuntando datos que no hablan precisamente de avance, adelanto y perfeccionamiento. Eso no es progreso. Cuando Sánchez dice progreso solo se refiere a que no gobierna Franco con el fusil.

Sobre el gobierno de concordia entre españoles… en fin, solo hay que ver que los nacionalismos están más enaltecidos que nunca y que la otra mitad que no vota rojo está en la calle gritando o enfadadísimos en las redes, creando así un concepto de concordia similar al de progreso. La concordia se da cuando la gente habla de negocios y de poesía y no se sabe el nombre de los ministros. Cuando la gente se manifiesta en la calle y se enerva en las redes en lugar de ir al teatro o de leer a Quevedo, y sabe opinar de heteropatriarcado y de derecho constitucional pero no sabe medir un endecasílabo ni resolver una integral, estamos ante la discordia.

Y sobre el asunto de que este gobierno respeta la constitución, pues tenemos que darle toda la razón a Sánchez. Una vez que encerró a la gente durante seis meses en estado de alarma, declarado inconstitucional, y no pasó nada, cualquier cosa que pase será de acuerdo con la constitución. Haga lo que haga Sánchez, en rigor será constitucional, y no solo la manoseada amnistía. Me explico. El presidente del Constitucional es Conde-Pumpido, con un currículum tan magnífico que da pereza leerlo. Uno siempre se persuade de que los jueces son seres imparciales de luz. Pero no tiene por qué, en tanto que son humanos, y los humanos somos unos depredadores fabulosos. Si miramos en detalle su currículum, no todo, veremos que fue nombrado Fiscal General del Estado en abril de 2004 y cesado en diciembre de 2011. Zapatero fue investido Presidente en abril de 2004 y fue relevado por Rajoy en diciembre de 2011, lo cual manifiesta una graciosa coincidencia. Ese periodo no fue en vano para Conde-Pumpido, pues impulsó célebres casos de corrupción contra el PP, como Gürtel en Madrid o Brugal en Alicante. En 2017 fue nombrado magistrado del Tribunal Constitucional (TC) por el Senado. Otros tres le acompañaron entonces. De los cuatro, dos lo fueron a petición del PSOE, él y Balaguer, y dos del PP, Enríquez y Montoya (que renunció en 2022 por salud). Se conoce que para repartirse ese pastel sí supieron ponerse de acuerdo. Casualmente, en 2017 ocurrió el asunto del “procés” en Cataluña, y desde entonces Conde-Pumpido coordinó en el TC la tramitación de los recursos presentados contra la causa judicial del proceso independentista. En enero de 2023 el TC en pleno lo eligió presidente por mayoría, con el apoyo de los magistrados siguientes: Campo, Ministro de Justicia del PSOE con Sánchez; Balaguer, progresista declarada y escritora de múltiples publicaciones feministas y de ideología de género; Díez, elegida por el gobierno de Sánchez en noviembre 2022, y en abril 2023 propuesta por el PSC, Junts y ERC en el Parlament de Cataluña para ser miembro del Consejo de Garantías Estatutarias; Montalbán, especialista en violencia contra la mujer y políticas de igualdad y seleccionada por el PSOE; Sáez, que pasó por el CGPJ a propuesta de IU y que absolvió al mayor de los Mossos d’Esquadra, Josep Lluis Trapero, por el asunto del “procés”; y Segoviano, declara progresista, conocida por su defensa de que debe existir la obligación de juzgar con perspectiva de género. Contra estos seis, sin contar al propio Conde-Pumpido, hay tres cercanos al PP y uno de esos discretos, que es aceptado por todos, para que no se diga que no hay imparcialidad. Así suman once, pues aún está el puesto vacante de Montoya. El TC tiene así siete miembros, de un total de once, con una inclinación interesada hacia el PSOE y sus socios catalanes, y con ese mismo interés fue elegido Conde-Pumpido como presidente. Cabe señalar también que cinco de esos siete afines al PSOE han sido nombrados durante el gobierno de Sánchez. Y llegados a este punto, uno se pregunta cómo puede ser que el PSOE termine eligiendo a los jueces del TC, o, en su defecto, cualquier otro partido. ¿No es acaso independiente el poder judicial? Pues así se conforma el TC: de los doce, cuatro los elige el Congreso, o sea, los partidos políticos con mayoría suficiente; cuatro el Senado, o sea, lo mismo; dos el Gobierno, directamente, sin tapujos; y dos el CGPJ, que es lo mismo de antes, pues el órgano se constituye por mayorías del Congreso y del Senado, o sea, que depende igualmente de los partidos. Y cuál es la competencia del TC respecto a lo que nos interesa hoy: la de declarar la inconstitucionalidad de las normas y mediar en los conflictos de competencias entre el Estado y las CCAA. Entonces, ¿qué será inconstitucional, lo que diga la Constitución? No, lo que diga el TC, es decir, lo que diga el PSOE y su mayoría, que en la actualidad tiene afinidad con los partidos independentistas catalanes y relacionados con el caso del “procés”.

Sigamos del lado de los perdedores. Que digan que Sánchez es un mentiroso es como decir que el agua moja, no debe extrañarnos, salvo por lo obvio, pues lo raro es ver en la tribuna de oradores del parlamento alguien que no esté actuando y llenándose la boca de mentiras. Es igual de mentiroso que los demás políticos, solo que más astuto: interpreta el guion adecuado en cada momento, según la historia que haya que contar, sin rubor, sin titubeos y sin remordimientos, como cualquier actor que se precie, pues cuenta con el conocimiento de que la mayoría de clientes, léase votantes si se quiere, no está al quite de la hemeroteca, solamente se acerca a la política cada cuatro años y se queda con el eslogan que le suena más convincente. Al que más le choquen las mentiras, siempre puede decir eso de “como todos los políticos” y sacarse de encima el pesar de tener que reflexionar sobre el fondo de la cuestión. Seamos conscientes de que la inmensa mayoría no está para reflexionar sobre cuestiones políticas, está con los deberes de los niños, con las facturas, con el atasco, con la reparación de la lavadora o echándose una cerveza para endulzar la aspereza del vivir. Al final de la corrida, las mentiras son lo de menos, unas veces sirven para aparentar en la galería y para consumo interno las otras, un teatro sin relevancia más allá del decoro y el honor, que no son virtudes propias de políticos. 

Que socava la independencia judicial es una bobada. Socavar es debilitar algo, especialmente en lo moral, y no se puede debilitar algo que no existe. Así como hemos explicado la ausencia de independencia en el CGPJ y en el TC se puede descender a todos los órganos y ramas de la judicatura para observar que no hay ningún rastro de ella. Además, los jueces son personas, y no casualmente son empleados del Estado. Los políticos, a través de sus mayorías y sus gobiernos, saben cómo subir salarios, promocionar a los fieles, jubilar a los infieles, crear juzgados específicos para su ideología o hacer leyes para distribuir interesadamente los casos. Si todo eso fallara, al cabo pueden indultar e incluso amnistiar lo que no se haya juzgado como convenía. Y todo ello sin salirse de la ley, que la crean y la modifican los políticos, ni de la Constitución, que, como dijimos más arriba, la crean y la interpretan ellos a capricho. 

Que socava la separación de poderes es una creencia igual de estúpida. Se dice, ingenuamente, que vivimos en un estado de derecho con separación de poderes, legislativo, ejecutivo y judicial. Pero a poco que uno se detenga a mirarlo ve que no. El poder judicial ya hemos explicado que lo eligen entre el legislativo y el ejecutivo, con lo cual no está separado de ellos. El ejecutivo lo elige directamente el legislativo, y coinciden de tal manera que en la práctica se confunden: no creo que haya mucha gente capaz de distinguir cuando ven hablar a Yolanda Díaz, por poner un ejemplo, si tiene un ministerio o un escaño, si ejerce de diputada del Congreso o de Vicepresidenta del Gobierno. En definitiva, solo existe el poder legislativo. Pero no de la forma en que podemos entender que emana de la voluntad del pueblo, no, ni mucho menos: los partidos proponen unos candidatos y se vota a esos y no a cualesquiera; luego los partidos con mayoría parlamentaria eligen al ejecutivo y cortan todo el bacalao. Un excurso, si me permites la licencia. Eso de “cortar el bacalao”, que es lo mismo que mandar de hecho, es una expresión que tiene origen en América, allá por el s. XVI, cuando el bacalao en salazón de Cataluña y País Vasco, antes de que fueran independentistas, se utilizaba como pescado económico y fácil de conservar para alimentar a los currantes, probablemente esclavos o similar, y el que repartía los cortes no era otro que el jefe, máxime cuando el rancho escaseaba. Te lo cuento porque sé que te gustan estas tonterías más que las otras. Hay quienes dicen que no es así, sino que el que corta el bacalao hace referencia al más experimentado con el cuchillo en las bacaladerías, pero no hagas caso. 

Que se rompe España es una majadería, si entendemos España como concepto, pues es algo independiente de los Estados que ni Sánchez con todas sus fuerzas podría romper. Que se rompa el Estado español, o bien que cambie su forma, es otra cosa. Eso es algo que está predestinado, ninguna organización territorial es eterna ni lo puede ser, y la actual tiene menos de cincuenta años. Esas cosas cambian constantemente y no es malo que así sea, para adaptarse a las circunstancias de cada momento. Otro asunto es que nos guste más o menos la forma que se le quiera dar al Estado, y eso, en rigor, es siempre discutible, en tanto en cuanto no todos estamos de acuerdo, ni mucho menos, en la forma que debe tener. Ahora bien, y bajando al detalle, hay dos aspectos a destacar en la evolución del Estado español. Por un lado, el PSOE con Sánchez está resultando el partido más vertebrador y unificador de ese concepto de España, pues nunca han estado más atados en corto los independentismos periféricos que con él. No hay que tener una lucidez extrema para advertir que con PP y Vox en el Gobierno los extremos serían mucho menos dóciles, al contrario, serían mucho más combativos, como lo han demostrado en el pasado. Solo hay que ver cómo se comporta ERC desde los indultos, como un perrito obediente comiendo de la mano de Sánchez. Y, al tiempo, lo veremos con Junts. Por otro lado, hay que observar que en las intenciones de Sánchez está la de crear un nuevo régimen de gobierno en el que tenga mayor poder y autoridad, como no puede ser de otra manera tratándose de un político. Eso no pasa por desmembrar el territorio en trocitos y venderlos a cambio de la cama de Moncloa, obviamente, pues sería menos poder, y no más. Uno puede preocuparse, no obstante, de que ese nuevo régimen que anhela sea peligroso. Un anhelo, por cierto, que no es ningún plan secreto urdido a escondidas, sino que es una proclama conocida de toda la paleta de colores que se hace llamar “de progreso”, que quiere acabar con esa cosa del 78 heredada de Franco y que huele a viejo. El “progreso” siempre quiere transformar la sociedad, que no le gusta como es, y poner las cosas bien y en su sitio, no como están y como son. Pues sí, puede que tenga razón quien se preocupe porque es peligroso, pero no podemos esperar otra cosa de la forma de gobierno que tenemos, que tiende naturalmente a que los abusones de la clase parasiten a los que hacen los deberes y se les coman el bocadillo en el recreo. La estructura de gobierno del Estado español es una partitocracia, un sistema de partidos que se constituyen en oligarquía y embozan todas las redes de autonomía y libertad de los ciudadanos, con el afán evidente de cualquier autócrata. Los medios modernos para conseguir que, sin embargo, tengamos la sensación de libertad son muy sofisticados, y no es fácil darse cuenta del engaño sin leer mucho, pensar mucho, tener el escepticismo muy arraigado y estar dotado de cierta tenacidad e inteligencia. 

Que Sánchez está dando un golpe de Estado suave y poco a poco es una idea demasiado ambigua. Si entendemos como golpe de Estado la toma de un Gobierno y sus poderes estatales, sin más adjetivos, eso pasa cada vez que hay un Presidente electo. Si le ponemos el adjetivo de ilegal, entonces no lo es, porque en este caso es legal. Ahora bien, lo podemos entender en un sentido laxo, como un intento de derrocar los poderes y contrapesos del Estado para reunirlos en una sola mano. Creo que esa es la manera en la que muchos que critican el actuar de Sánchez ven que se está dando un golpe de Estado, entendiendo que desde una mayoría en el poder legislativo se capta la presidencia del ejecutivo y se manipulan los hilos del poder judicial, tanto eligiendo a los miembros de más alto rango como dictando leyes que anulen las decisiones judiciales. Sin embargo, esa idea es ingenua, pues como venimos diciendo nunca ha existido ninguna separación de poderes, y en la mano del Presidente del Gobierno siempre estuvo la facultad de convertirse en un autócrata sin escrúpulos. Todos los que han dormido en la Moncloa han ejercido su papel de villano, cada uno según su talante y sus aspiraciones personales, y también de acuerdo a la habilidad que tenía para convencer a la masa de que lo que hace lo hace por el bien de todos, de la concordia, del progreso, de la felicidad. Que Sánchez pueda más que otros ha de sonrojarnos como pueblo, y no echarle las culpas a sus genes o a sus delirios.

Y por último, eso de que la prensa se ha podrido y que está vendida a Sánchez es la más pueril de las pataletas. Cabe preguntarse si la prensa no estaba podrida antes de Sánchez, cuándo fueron sus años gloriosos, en los que el periodismo serio y aséptico llenaba las páginas de los periódicos y de las televisiones con análisis profundos y filosóficos. La prensa, en su sentido clásico, es una basura infame desde la definición. Que ahora tengamos otros medios de información sirve solamente para poner en evidencia que mienten hasta cuando dan el tiempo, que están comprados por los políticos a través de licencias, subvenciones, campañas de propaganda y leyes que permiten ciertas prácticas o impiden el acceso de la competencia. Si ahora nos parece que son más burdas sus mentiras y más zafios sus argumentos para justificar o criticar lo que hacen los políticos es algo que debería hacernos mirar para adentro y reflexionar por qué seguimos prestando atención, como sociedad, a lo que dice gente sin alma ni letras, por qué con más descaro hacen un trabajo tan inmoral. Y echarnos la culpa a nosotros, que con no escucharles sería suficiente para extinguirlos. 

En conclusión, y sin pasión, no hay de qué preocuparse ni de qué alegrarse. Nada cambia, es lo de antes y lo que nos merecemos, porque así lo toleramos como corderos. No obstante, y es lo que supongo que le duele a algunos, a mí entre ellos, la gotita en la frente termina por volverte loco o agujerearte el cráneo, lo que pase primero. En un sistema de gobierno como el que tenemos, la tendencia inexorable es a que el Estado abarque cada vez más poder, concentrado en la mano del primer ministro y repartido según su criterio de prodigalidad. Va primero la puntita y al final entra toda. El daño acumulado cuenta. El sistema no es distinto, pero el abuso es cada vez un poco más intenso, no por la maldad de los políticos actuales, que siempre la tuvieron, sino porque van alzados a hombros de su predecesor. No te descubro nada si te recuerdo que con cada nuevo Presidente la sensación es que es peor que el anterior, y en cada reelección nos parece que va a hacerlo peor todavía. No cambiará eso si la sociedad no despierta. Y no creo que despierte, tiene un sueño muy profundo, es soñolienta por naturaleza. Votar dormido tiene este problema. La solución pasa por cambiar el verbo, el adjetivo es inevitable.

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