Mentiras y falacias sobre Milei

«Hay que preferir lo imposible verosímil a lo posible increíble.»

Aristóteles – Poética

Cuando uno se acerca a la prensa tradicional, cosa que no debe hacerse nunca so pena de destierro del parnaso de los poetas, se encuentra con la mentira a veces, disfrazada de falacia, o con la demagogia, así en cueros, o con la estupidez maquillada de arrogancia, con la falta de letras siempre y con demasiada frecuencia con la imbecilidad. Hoy hablamos de Milei y de todas esas cosas que se dicen de él. Así que subimos el tono hacia lo lenguaraz, sin excusas ni disculpas, para entrar en armonía con el tema, y que Don Camilo me avale desde la tumba.

El recurso más utilizado para definir a Miley es decir que es de ultraderecha. Se trata de un ejercicio de economía del lenguaje por el cual se encasilla bajo una etiqueta simple un fenómeno complejo, con el fin de describir mediante una pincelada lo que no se puede definir con precisión o no se sabe hacer con rigor. Como todas las etiquetas, es injusta con la verdad. En el caso de la política, las etiquetas no solo son injustas, imprecisas, equívocas, sino que suelen también ser malintencionadas, en tanto en cuanto buscan persuadir al lector para que encaje la figura de una persona, o de un partido, o de un movimiento, bajo un patrón arquetípico que tiene unas connotaciones aprendidas a priori y que le sugestiona para que acepte de forma prejuiciosa una realidad que no existe, arrimando la sardina al ascua que le interesa. Así, cuando se habla para un público, digamos, progresista, el término ultraderechista pretende posicionar al personaje como rival y antagonista, sin molestarse en enjuiciar sus ideas por lo que son en realidad, y viceversa, cuando se dice comunista ante un público conservador se quiere enlatar al enemigo en un cliché, con independencia de lo que piense, y evitar así de un plumazo contrastar y rebatir las ideas con fundamentos lógicos y racionales. En el caso que nos ocupa, la voz ultraderecha responde a una etiqueta genuinamente imaginaria, ya que casi nadie sabría argumentar con coherencia a qué se refiere cuando piensa en ultraderecha, porque el término derecha en sí ya es muy difícil de definir, salvo por oposición al de izquierda. Habrá quien piense que lo tiene muy claro, pero en realidad no lo sabe definir con las palabras del diccionario, que son las únicas que sirven para que entendamos de qué diablos estamos hablando. Me explico. Según la RAE, el término ultraderecha hace referencia a la derecha política de ideología extremista, lo cual no es decir casi nada, solo explica que ultra- es un elemento compositivo que proviene del latín y significa extremo. Si leemos derecha, tenemos que irnos hasta la acepción vigesimotercera para encontrar que es la ideología conservadora, sin más. Y si estiramos del hilo de lo conservador, observamos que en política es aquel que se muestra favorable a mantener los valores y principios establecidos frente a las innovaciones. Así pues, en rigor, alguien de ultraderecha sería alguien firme en los valores establecidos y contrario a casi cualquier innovación. Como ves, aunque pueda no gustarte alguien así, no parece que sea ningún demonio que va a matar a los pobres, violar a las mujeres y comerse a los niños. De hecho, cualquier persona anciana tiende a conservar sus valores y principios, aunque solo sea por la costumbre, y es reacia a los cambios. Se trata de algo tan natural que podemos observarlo de forma general en personas de toda ideología, tanto los que se consideran conservadores como los que se dicen progresistas, así como en los que se mantienen, sabiamente, al margen de lo político. Sin embargo, se suele añadir al concepto que tenemos en el diccionario otras connotaciones de forma tácita que complican mucho el diálogo y que hace imposible que nos podamos entender. Por ejemplo, en la wikipedia podemos leer que ultraderecha es un término político utilizado para describir movimientos o partidos políticos que promueven y sostienen posiciones o discursos ultraconservadores, ultranacionalistas y autoritarios considerados extremistas. Así, además de lo conservador y lo extremo, que ya lo sabíamos por el diccionario y que no aporta gran cosa maligna al concepto, se añade gratuitamente lo de ultranacionalista y autoritario, y no como disyuntiva, sino en conjunción, es decir, que se interpreta el concepto ultraderecha como conservador y nacionalista y autoritario en extremo. Esto es, según se utilice el término en su estricto significado culto y común o en este otro se pueden interpretar cosas distintas, y como no sabemos a qué se refiere concretamente el que lo dice pues… no hay quien se aclare. Eso sin perjuicio de que cada cual se pueda inventar otro significado y ponerse a dar voces con él so pena de no ser entendido por nadie, que decía Vélez de Guevara. Hablar con propiedad es lo primero que debemos aprender como personas, o al menos lo primero que se le debe exigir a quien escribe, y estoy señalando a los iletrados periodistas, politólogos o analfabetos que van diciendo estupideces por todas partes.

El caso es que cuando dicen que Milei es de ultraderecha demuestran, además de su desconocimiento del lenguaje y de su torcida inclinación ideológica, que no saben cuáles son las ideas de Milei. Por el lado de lo conservador, el arraigo de Milei a los valores y principios establecidos es más que discutible, toda vez que el peronismo lleva tantas décadas marcando el paso que lo establecido en Argentina es eso, los valores y principios del peronismo, y tal cosa no es muy del agrado de Milei, prefiere innovar en otra línea. Si escogemos, de entre todos los valores establecidos, aquellos que defiende Milei, y dejamos al margen los que no le gustan, será conservador, claro. Y si lo hacemos al contrario, si tomamos en cuenta solamente los valores que considera obsoletos y prefiere cambiar, entonces será progresista. Si le damos al concepto conservador el sentido que nos dé la gana y no el que tiene, entonces podrá ser lo que cada uno elija, y no nos entenderemos nunca. Todos somos conservadores y progresistas, según para qué. El caso es que si teñimos las palabras con el tinte que nos gusta nos sale el traje del color que nos interesa, obviamente. Por otra parte, si concedemos, con la wikipedia, lo de nacionalista, pues también tendremos muy difícil encasillar a Milei ahí dentro, en tanto en cuanto no persigue ninguna independencia nacional, no necesita constituir a Argentina como Estado, porque ya lo es, y su sentimiento de pertenencia a esa nación no le impide abrir la economía argentina al resto del mundo, eliminar las trabas proteccionistas, perder la soberanía monetaria y un largo etcétera de medidas liberales que provocarían un infarto en el corazón de cualquier nacionalista. Y acerca del autoritarismo, se me antoja tan difícil encuadrar en una ideología liberal el concepto de autoritario que solamente decirlo mueve a risa. La defensa a ultranza de la libertad individual ante cualquier injerencia es justamente lo opuesto del autoritarismo, de forma extrema. Eso por encima de todo, y no otra cosa, es lo que dice defender Milei.

Lo que sucede es que ultlraderecha es un término que se utiliza para consumo interno y nada más, para señalar con el rotulador al enemigo y que no haga falta escuchar lo que dice, porque es innecesario y hasta peligroso prestar atención al que no piensa como queremos que se piense. Tan es así, que para evitar cualquier juicio acerca de las ideas de Milei, junto a lo de Ultraderecha se nombra a Trump, a Vox y a Bolsonaro y se manda la pelota al tejado para que se acabe el juego. Veamos un ejemplo para entender que no se quiere entrar en el fondo de la cuestión, que no se quieren rebatir las ideas de Milei, porque no interesa a muchos, por cuestiones ideológicas, o porque no se saben rebatir. El caso de la ya famosa dolarización de Argentina. Lo que leo cuando me acerco a la prensa general es que eso es una idea de ultraderecha y hay que alejarla de las manos que luego van al pan. Es decir, que, por lo común, no se pretende confrontar la idea. En contadas excepciones, se entra al trapo de puntillas y se explica que la dolarización es un error, que eso es muy complicado, que se perderá la soberanía monetaria, que eso no resolverá los problemas de Argentina y que es una idea disparatada sobre la que no han aportado detalles de cómo se va a llevar a cabo. Obviamente, se puede discrepar de la idea, no compartirla, y pensar que hay mejores mecanismos para que Argentina prospere. Pero sería deseable aportar algún dato más allá de la estupidez de decir que no porque ultraderecha caca. Cachanosky y Ocampo publicaron un libro sobre la dolarización como solución para Argentina, y el propio Ocampo está en el equipo de Milei para ponerlo en práctica. Decir que no se dan detalles de cómo se va a hacer es, por tanto, un insulto. Decir que es muy complicado es una obviedad estúpida, si fuera fácil ya estaría hecho. Decir que eso no resolverá los problemas de Argentina es como decir que aumentar la seguridad ciudadana tampoco los resolverá. No, claro que no, los problemas son poliédricos y complejísimos, pero será más fácil abordarlos con una coyuntura favorable. Y decir que se perderá la soberanía monetaria, como si fuera algo malo, es de ser idiota. Argentina lleva décadas pegándole fuego a la impresora y haciendo del peso un chiste que vale menos de lo que pesa. Los políticos argentinos han demostrado de forma casi científica que son más peligrosos con la moneda que un chimpancé borracho con una ametralladora. Lo que propone Milei es quitarle la ametralladora al mono de una vez y cerrar para siempre el Banco Central. No es una solución a los problemas: es lo mínimo que se tiene que hacer para afrontar los problemas. Es obvio que sería mejor tener una moneda propia, estable y confiable como el franco suizo, pero mientras los políticos sean chimpancés y tengan a su alcance las metralletas del Banco Central no hay nada que discutir. Que sea el dólar u otra moneda la de Argentina es lo de menos, lo importante es que no esté en manos de los políticos. Además, el país ya está dolarizado de facto, nadie guarda el dinero en pesos, todo el mundo esconde dólares. Hacerlo legal sería constatar un hecho y poco más. Y esto solo es un ejemplo del poco interés que ponen en informar aquellos que utilizan el término de ultraderecha y se van a casa a echar la siesta. Como dijo Huerta de Soto hace unos días, no se confundan, nada tiene que ver con la ultraderecha. Es un discípulo suyo, anarcocapitalista, para más señas, como ya te dije en el texto aquel de hace unas semanas.

Del mismo modo que dicen que Milei es de ultraderecha dicen que quiere privatizar la educación y la sanidad, que quiere legalizar la compraventa de órganos y de niños, y que está en contra de los derechos de la mujer y de todo lo que suene a LGTBIQ+. Da pareza hasta tener que explicarlo, pero vayamos por partes, que hay matices interesantes que descubren lo podrido y sectario de sus detractores. Respecto a la educación, Milei propone un sistema de cheques escolares, hacer desaparecer el ministerio de educación y devolver a los padres la tutela de la educación de sus hijos. Se puede estar en contra de que la tutela de los niños la tengan los padres y preferir que la tenga el Estado, pero eso es propio de sistemas de gobierno distópicos y autoritarios que no merecen siquiera el insulto. Hacer desaparecer el ministerio de educación, que no es otra cosa que el principal mecanismo de adoctrinamiento de masas, debería ser un objetivo de todos los ciudadanos. Si no quieres que el adoctrinamiento de tus hijos esté en manos de comunistas o de ultraderechistas o de lo que te dé más miedo, deberías defender una educación libre en la que el Estado no pueda intervenir. En caso contrario te ruego que dejes de leer esto porque necesitas otro tipo de ayuda. Si no es así, sabrás que el tema de los cheques escolares que propone Milei es tanto como que puedas elegir el colegio de tus hijos en función de tus preferencias como tutor, de suerte que a la vuelta de un suspiro los centros educativos se esforzarán por ser mejores que su competencia, por darle a los ciudadanos la mejor enseñanza y formación posible, so pena de que nadie quiera ir y tengan que cerrar. No darse cuenta de algo tan simple es no querer mirar. Lo que no te dicen los enemigos de Milei es que los colegios públicos en Argentina son una especie de cárceles juveniles donde reinan el desorden y la violencia, donde nadie quiere llevar a sus hijos, que apenas sirven para que los más pobres, que son multitud, puedan comer algo aunque sea una vez al día. Ni siquiera los profesores quieren dar clase allí. La pena es lo mínimo que te embarga cuando ves uno de esos colegios por dentro. Quien allí se cría tiene muy pocas posibilidades de prosperar en la vida. Y no lo dicen porque la pus de la herida del peronismo está tan infecta que ha llevado al enfermo al borde de la muerte. Se puede estar en contra de Milei, pero habrá que aportar algo más al debate para criticar sus intenciones. En el aspecto de la sanidad hablamos de casi lo mismo, hospitales públicos donde nadie, a poco que pueda evitarlo, quiere entrar por miedo a morir, tanto trabajadores como pacientes. La alternativa que propone Milei pasa por crear un seguro universal de salud adaptado a la capacidad de pago de cada ciudadano, reducir los puestos de trabajo innecesarios, que todos sabemos que los hay, y compartir con la gestión privada todo aquello que haga el juego más eficiente. Eso de que los pobres se mueran por la calle no es precisamente su objetivo, si bien es lo que viene sucediendo hasta la fecha. Tener que mencionarlo debería sonrojar a todos aquellos que lo critican de manera tan superficial.

El tema de legalizar la compra venta de órganos y niños resulta gracioso por donde lo tomemos. Se trata de aspectos de índole filosófica cuyo análisis y debate aportan mucho valor, pero que nada tienen que ver con su programa electoral ni con sus intenciones. No sé si habrá algún idiota que se crea cosas así, o bien si quien las dice piensa que su público es idiota y se las va a creer, no sé, pero cuesta entender la indigencia intelectual. Para que no se diga, desmenucemos, por ejemplo, eso de legalizar el mercado de niños. La estupidez viene a cuenta de la gestación subrogada, un asunto que está en la mesa de debate y que genera posturas ideológicas contrapuestas, como no puede ser de otra manera. Desde una perspectiva liberal, uno debería poder hacer con su cuerpo lo que quiera, siempre que pueda preservar la misma libertad en los demás para hacer lo que quieran con el suyo. La gestación subrogada está en el límite de este derecho, por cuanto la libertad del niño y de la madre entran en conflicto. Por un lado, podemos pensar que la madre puede hacer de su capa un sayo y de su vientre un alquiler, y acordar voluntariamente con un tercero lo que le plazca hacer con él. Pero como hay un bebé involucrado al que no se le puede pedir opinión… surgen las dudas. Sea como fuere, las dudas políticas no suelen estar ahí, sino en el aspecto económico de la transacción. Que los niños se den en adopción no genera mucho rechazo moral: que se haga de forma voluntaria y con un acuerdo previo y con una compensación económica es lo que molesta. La cabeza ahí empieza a engendrar monstruos y a pensar en que el útero no es sitio para hacer transacciones comerciales, que las mujeres no son esclavas de cría, etc. Pero se olvida la mayor: en la práctica, o bien el Estado toma la decisión e impone por la fuerza lo que considera moral, o bien deja libertad a la madre para decidir por sí misma lo que quiere hacer con su vientre. Podemos juzgar si está bien o está mal que una mujer haga eso, o incluso juzgar si es moral permitirlo, pero no podemos hacerlo sin caer en el error de que no tenemos autoridad para juzgar moralmente, ni nosotros ni mucho menos el Estado, lo que haga una persona con su cuerpo. Que no nos guste no debería afectarnos, la gente no tiene por qué obrar de acuerdo a nuestros gustos. Y pensar que de eso se podría derivar un mercado de úteros infame en el que alguien se lucra indignamente maltratando mujeres y obligándolas a prostituir su vientre abusando de su precariedad económica, es una idea absurda. En un mercado libre y bien informado las relaciones comerciales son amables. Cuando es ilegal es cuando aparecen los mercados negros, los abusos y las mafias, está de más recordarlo. Que una mujer quiera o no prestar su vientre para algo no debería ser asunto de nadie, salvo de ella. Y para cuando se haga en situación de abuso, no voluntariamente, por la fuerza o con coacción, ya está el código penal para sancionarlo. De eso trata la conversación filosófica al respecto de la venta de niños, un asunto interesante que no está en el programa de Milei ni tan siquiera en la mesa de debate, pero del que se puede hablar para conocer las perspectivas ideológicas de cada uno. Hay que ser imbécil para decir que Milei está a favor de la venta de niños y dar el tema por zanjado.

También es muy socorrido decir que está en contra de los derechos de la mujer, seguido de que es un reaccionario ultraconservador que quiere que las mujeres… en fin, lo que se les ocurra decir. La verdad es que no sé por dónde darles la hostia, si por la izquierda o por la derecha. Milei se ha cansado de decir, para empezar cualquier oración, que es un liberal libertario, y de ahí se deduce inequívocamente que toda persona tiene igualdad de derechos ante la ley. Ser mujer, negro, valdepeñero o tener un solo huevo da lo mismo, todos igual desde el nacimiento y con derechos equivalentes hasta la muerte. Añadir más cosas es de una idiotez insana. Así que las mujeres no serán privadas con Milei de ningún derecho, en tanto que personas son. Lo que aquí no se quiere decir es que Milei quiere acabar con el Ministerio de la Mujer, que es un lupanar sectario que promueve la discriminación y los privilegios de algunos ciudadanos sobre otros y que se utilizan los políticos para malversar fondos públicos y encadenar votos cautivos. En España conocemos el paño, que tenemos el Ministerio de Igualdad, cuyo eufemismo es tan infame, y perdóname la aliteración, como el Ministerio de la Paz de Orwell, que se encargaba de la guerra, o los otros tres. Y de los derechos de los homosexuales y todo lo que suena a LGTBIQ+ etc., sirva con lo dicho: todos somos iguales ante la ley, tus inclinaciones sexuales, tu conciencia personal, tu pareja, tu amor, o lo que consideres que pertenece a tu fuero interno, interno ha de ser y nadie ha de juzgarte teniendo en cuenta esos aspectos, en especial el Estado. Con ese axioma liberal por bandera, lo que no sé es cómo todos esos colectivos no están en la puerta de la Casa Rosada alabando a Milei. No creo que encuentren otro político que les respete más como seres humanos, con independencia de cualquier condición personal. 

En todo caso, la crítica más fiera que se hace contra Milei es cuando se extrae un fragmento de una intervención, a voz en grito, diciendo “zurdos de mierda”. Y ante la pregunta de por qué poner el calificativo “de mierda” la respuesta es contundente: “porque son una mierda”. La crítica se sustenta, no obstante, en simplezas, demagogias, falacias e inexactitudes. Por un lado se quiere desacreditar lo que dice porque sus modales son agresivos, insultantes e irrespetuosos. Si observamos toda esa intervención, que dura más de media hora, podemos descubrir que los momentos de tensión son anecdóticos, así como sucede en otras muchas intervenciones, lo cual no puede servir para describir el talante general, ni tampoco para justificarlo. En todo caso, concediendo que esos excesos sean indignos, no es suficiente para desacreditar sus ideas y mucho menos sus acciones de gobierno en el futuro. Aun así, hay quienes dicen, alarmados como un pollo sin cabeza, que así insulta a la mitad del país. Bueno, ya que hablamos de lenguaje, veamos si tiene sentido decir “zurdos de mierda”, “porque son una mierda” y a quien se refiere, ya que el extracto lo cortan antes de que lo explique. A nadie se le escapa que se refiere con ello a personas de izquierda de un modo peyorativo, sin más, con el ánimo de insultar. Por la explicación posterior y el contexto, no cabe duda de que no se refiere a la mitad de los argentinos, dando por bueno que la mitad sean de izquierdas, que eso habría que preguntárselo a todos primero para confirmarlo, sino a los “colectivistas”, a los que tienen por el mango la sartén del Estado donde se cuecen las habas. Para Milei son una mierda porque todo lo que hacen conduce a la pobreza, porque exterminan al que opina diferente, porque hacen cualquier cosa para quitar de en medio al que no es de su cuerda. Pone un ejemplo para descifrarlo: en un país de liberales es muy fácil ser socialista, pero en un país como Argentina es imposible ser liberal, porque te llevan por delante, con lo cual no se puede negociar con ellos, con los “zurdos de mierda” concretamente, no se les puede conceder ni un milímetro de tregua porque te matan. Y no es el mismo juego de insultos el de Milei y el de los “zurdos de mierda” a los que se refiere, y lo aclara: él está dando su opinión personal, individual, subjetiva y, si se quiere, equivocada, que no involucra a nadie más y sin ninguna fuerza; las personas a las que alude, en cambio, le insultan a él armados con todo el aparato de represión estatal y toda la calumnia imaginable para sacarlo de la partida. Se puede, y se debe criticar los modales de Milei como persona, pero cabría aportar argumentos para desacreditar lo que dice, porque si cambiamos “zurdos de mierda” por “políticos corruptos que malversan los caudales del estado y utilizan de forma delictiva todo el aparato represor a su alcance para calumniar a los que no piensan como ellos, con el único fin de perpetuarse en el poder y parasitar a los argentinos a costa de la ruina del país”… entonces los modales serían correctos y Milei estaría haciendo una descripción razonablemente fiel de lo que allí pasa. Invito a los que utilizan el término ultraderecha junto a Milei a rebatir eso y no quedarse en la falacia indocta.

En resumen, lo que propone Milei es reducir el tamaño del Estado y alejar todo lo que pueda a los políticos de los asuntos personales de los ciudadanos, de tal suerte que puedan ser estos quienes decidan sobre su vida, y no aquellos. Es normal que haya mucha gente tiritando de miedo, porque los funcionarios innecesarios o inútiles, los políticos, los aprovechados del chiringuito estatal, los empresarios privilegiados, tienen los días contados a poco que vaya haciendo lo que prometió. Y cuando la gente no necesite la ayuda estatal para vivir con dignidad y prosperar, ni subvenciones para su pequeño negocio, ni cheques para pagar la energía, o la educación o la sanidad, cuando no trabajen para el Estado sino que se ganen el pan sirviendo honestamente a sus conciudadanos, todos esos “zurdos de mierda” tendrán que buscarse la vida honradamente y sudar la camiseta para vivir, y no habrá forma de que vuelvan a engañar a los argentinos, porque serán libres e independientes. Como te decía hace unas semanas, y nadie lo dice así: Argentina hacia el anarcocapitalismo. Eso sí.

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