El pectoral del juicio

«Y pondrás en el pectoral del juicio Urim y Tumim, para que estén sobre el corazón de Aarón cuando entre delante de Jehová.»

Ex 28:30
Puedes ver el vídeo en mi canal de Youtube.

Presentación.

El pectoral del juicio, un artefacto misterioso armado con doce gemas preciosas y cargado con los urim y tumim, para honrar el corazón del sumo sacerdote cuando se presente ante Yahvé. ¿Cuál era su utilidad? ¿Existió alguna vez? ¿Qué enigmas encierra?

Introducción.

El pectoral del juicio, descrito en Éxodo 28:15-30, es un objeto de gran simbolismo para la tradición hebrea, en el que se disponen doce piedras preciosas, cada piedra con el nombre inscrito de una tribu, subrayando la unidad y la diversidad del pueblo de Israel. Debió funcionar como un recordatorio permanente de la identidad y el destino del conjunto del pueblo, y como un símbolo para que el sumo sacerdote, al portar este objeto, representara a toda la comunidad ante Yahvé y recibiera la voluntad divina para dar las instrucciones de mando. De esta suerte, algunos han interpretado que el pectoral permitía la comunicación con Yahvé a través de un sistema lapidario, con intervención de los urim y tumim, en el cual la disposición precisa de las gemas tiene un significado trascendente asociado a las propiedades espirituales de cada una de ellas. El enigma que rodea al pectoral, a sus piedras y en especial a los urim y tumim está preñado de simbolismo lapidario, misticismo, propiedades energéticas, correspondencias cósmicas y un sinfín de atribuciones sobrenaturales tales que ha fascinado desde siempre a todos los que se han acercado a descubrir sus misterios. 

Nos proponemos en este ensayo analizar el uso del pectoral, entender el significado de urim y tumim, aclarar el sentido de las doce gemas y su asociación con cada uno de los hijos de Israel y evaluar la trayectoria del artefacto a lo largo de la historia. 

La descripción de Éxodo 28:15-30.

“Harás asimismo el pectoral del juicio de obra primorosa, lo harás conforme a la obra del efod, de oro, azul, púrpura, carmesí y lino torcido. Será cuadrado y doble, de un palmo de largo y un palmo de ancho; y lo llenarás de pedrería en cuatro hileras de piedras; una hilera de una piedra sárdica, un topacio y un carbunclo; la segunda hilera, una esmeralda, un zafiro y un diamante; la tercera hilera, un jacinto, una ágata y una amatista; la cuarta hilera, un berilo, un ónice y un jaspe. Todas estarán montadas en engastes de oro. Y las piedras serán según los nombres de los hijos de Israel, doce según sus nombres; como grabaduras de sello cada una con su nombre, serán según las doce tribus. Harás también en el pectoral cordones de hechura de trenzas de oro fino. Y harás en el pectoral dos anillos de oro, los cuales pondrás a los dos extremos del pectoral. Y fijarás los dos cordones de oro en los dos anillos a los dos extremos del pectoral; y pondrás los dos extremos de los dos cordones sobre los dos engastes, y los fijarás a las hombreras del efod en su parte delantera. Harás también dos anillos de oro, los cuales pondrás a los dos extremos del pectoral, en su orilla que está al lado del efod hacia adentro. Harás asimismo los dos anillos de oro, los cuales fijarás en la parte delantera de las dos hombreras del efod, hacia abajo, delante de su juntura sobre el cinto del efod. Y juntarán el pectoral por sus anillos a los dos anillos del efod con un cordón de azul, para que esté sobre el cinto del efod, y no se separe el pectoral del efod. Y llevará Aarón los nombres de los hijos de Israel en el pectoral del juicio sobre su corazón, cuando entre en el santuario, por memorial delante de Jehová continuamente. Y pondrás en el pectoral del juicio Urim y Tumim, para que estén sobre el corazón de Aarón cuando entre delante de Jehová; y llevará siempre Aarón el juicio de los hijos de Israel sobre su corazón delante de Jehová.” RV1960.

Hemos de destacar, además de la suntuosidad y perfección del artefacto, tres aspectos del texto que llaman nuestro interés: el uso judicial del pectoral ante Yahvé, la presencia de urim y tumim y la asociación precisa de las gemas a cada una de las tribus.

Uso judicial del pectoral.

El texto traduce pectoral del juicio, pectoral de מִשְׁפָּט mishpát en hebreo, y se menciona así tres veces en este fragmento y solamente esas tres en toda la Biblia con esos términos precisos. Así pues, debe sorprender al lector la aparición de este artefacto asociada a un uso judicial que no se ha explicado y nunca se concretará en el texto. Pero no cabe duda de que su función está relacionada con la justicia, pues al final dice que Aarón llevará juicio (מִשְׁפָּט mishpát) de los hijos de Israel sobre su corazón ante Yahvé, aludiendo al pectoral. מִשְׁפָּט mishpát es una raíz con orígenes etimológicos jurídicos, y podríamos traducirla por veredicto o sentencia judicial. Parece pues que el pectoral será el artefacto que distinguirá al sumo sacerdote y simbolizará la capacidad exclusiva que tendrá para presentarse ante Yahvé con el fin de impartir justicia. En este contexto, conviene recordar que impartir justicia incluye definir las leyes, interpretarlas y ejecutarlas. Esto es, el portador del pectoral tendrá el poder legislativo de crear las leyes, el poder gubernativo de ejecutarlas y el poder judicial de condenar al insumiso, en tanto que será el único que tendrá el privilegio de entrar en la zona santísima, consultar el testimonio de Yahvé escondido en el arca y comunicarse con él a través del propiciatorio. En términos teológicos es Yahvé quien imparte justicia, pero en términos prácticos es Aarón quien lo hace, pues todas las decisiones de Yahvé serán conocidas a través de él. En otras palabras, el portador del pectoral concentrará todos los poderes sobre el pueblo de Israel. Así pues, con independencia de sus poderes sobrenaturales, el pectoral es cuanto menos un símbolo de poder.

Cabe matizar aquí que, si bien ese es el uso que se deduce de aquí, podemos interpretar también que se utilizaba como artefacto para predecir el futuro mediante la consulta a Yahvé. Así lo refleja el texto en algunos pasajes, quizá el más evidente sea aquel de David en el que le pide al sacerdote que le deje el efod para preguntarle a Yahvé si debe perseguir a unos merodeadores y si conseguirá alcanzarlos. Y así sucede, que se lo pone, consulta y recibe respuesta concreta. No obstante, ese uso adivinatorio está de algún modo inscrito en el uso de poder en general, es decir, un instrumento de consulta divina para tomar decisiones. Reconozco que el asunto adivinatorio merecería matices y análisis más detallado, pero escapa a la ambición de este breve ensayo. En cualquier caso, más adelante volveremos a aludir al uso que hace David.

Urim y Tumim.

El carácter poderoso del artefacto se matiza con la presencia de los urim y tumim, dos palabras en plural hebreo que aparecen aquí por primera vez en la Biblia sin más detalle. Solo aparecen mencionados juntos cinco veces en toda la obra, aquí en Éxodo, en Levítico, en Deuternomio, en Esdras y en Nehemías, y dos más en las que se menciona solamente urim. Sin embargo, en ninguno de los casos se dan detalles de qué son. Por el contexto, podemos interpretar que son objetos, pues se pueden colocar físicamente en algún sitio, según deducimos en Éxodo y Levítico, donde se alude a colocarlos en el pectoral. Puesto que son plurales, debemos pensar que son varios objetos urim y varios tumim. Veamos, urim es el plural de ur, que significa llama, probablemente derivado de or, con el sentido de ser luminoso o causar luz. Tumim es plural de tom, que significa perfecto, en el sentido de completo, acabado, y quizá también con sentidos figurados, que a su vez deriva de la raíz primitiva tamám, que significa completar, también con posibles acepciones figurativas. Así pues, urim y tumim parece que son los objetos luminosos y perfectos, que deberíamos interpretar en un sentido simbólico por necesidad. Tan es así que los traductores no se atrevieron nunca a traducir estos términos, habida cuenta de su misterioso significado y la amplitud del campo semántico que sugieren.

No obstante, aunque no tenemos descripción de su apariencia, debieron ser objetos de sobra conocidos por los lectores de su tiempo, que es la única razón por la cual se puede omitir en un texto una descripción imprescindible. Me explico con un ejemplo. Yo puedo escribir en un cuento “María recibió un whatsapp con la ubicación”, sin más detalles, y todos me entenderían. Pero dentro de dosmil años, cuando no exista whatsapp, es posible que no se entienda sin una nota al pie. Entenderíamos a lo sumo, por el contexto, que María recibió algún tipo de mensaje o señal con información de una ubicación, desconociendo la forma y el canal. De un modo semejante, desconocemos hoy el significado de urim y tumim, y debemos desconocerlo desde hace demasiado tiempo, porque no hay consenso ninguno acerca de sus apariencias. Lo que sí sabemos, por el contexto de Éxodo y Levítico, es que estos objetos debían ponerse en el pectoral para que estuviesen sobre el corazón de Aarón cuando estuviese delante de Yahvé, si bien no tenemos la seguridad de si son necesarios ante su presencia o bien necesarios para comunicarse con él. En Deuteronomio, en cambio, el sentido es diferente, pues se alude a los objetos en la bendición de Moisés a la tribu de Leví de otro modo:

Dt 33, 8: 

“Tu tumim y tu urim sean para tu varón piadoso”.

Moisés se está dirigiendo a Yahvé y pide que estos objetos, que parecen pertenecer a Yahvé, sean entregados al patriarca de la tribu de Leví, caracterizado por su piedad y devoción a Yahvé. Más adelante añade que los levitas serán encargados de mostrar la ley e impartir justicia. Así pues, de este fragmento de Deuteronomio podemos deducir que los objetos son de Yahvé, en un sentido literal o figurado, y que establecen con él algún tipo de conexión para poder impartir justicia, forma simbólica, como emblema, o tal vez física. 

Veamos qué aporta la mención de Esdras.

Es 2, 63:

“hasta que hubiese sacerdote para consultar con urim y tumim.”

En esta cita la traducción añade un matiz que no existe en el original, “consultar”. En hebreo dice solamente “hasta que haya sacerdote con urim y tumim”, con el sentido de que no se tomarían decisiones hasta que estuviera presente un sacerdote con estos objetos. La inclusión del término “consultar” confunde al lector, pues no son objetos con los que consultar dudas, sino objetos que confieren autoridad para pronunciar un veredicto o dictar sentencia. De nuevo resuena el eco del ámbito jurídico de los otros fragmentos.

La cita de Nehemías es redundante, menciona el mismo caso de Esdras en los mismos términos. Así pues, en realidad tenemos tres apariciones de los objetos: la de Éxodo-Levítico, la de Deuteronomio y la de Esdras-Nehemías. Si unificamos el conocimiento de las tres, podemos deducir que urim y tumim son varios objetos que van siempre juntos y han de colocarse en el pecho del sumo sacerdote para que pueda impartir justicia. Estos objetos son de Yahvé, o bien en un sentido literal y físico, y fueron entregados para que el sumo sacerdote los llevase y pudiera comunicarse con él para impartir justicia, o bien en un sentido simbólico, representan la única autoridad capaz de comunicarse con Yahvé para impartir justicia. El campo semántico de luces y perfección al que aluden sus etimologías parece redundar también en la capacidad que proporcionan para conocer el juicio adecuado en cada asunto. Añadamos a todo ello que cuando digo juicio y justicia me refiero a ese sentido amplio en el que representan todos los poderes de mando. En otras palabras, estos objetos simbolizan el poder supremo ante el pueblo de Israel, mediante la relación que establecen entre Yahvé y el sumo sacerdote, bien sea de manera física o metafórica. 

La disposición de las doce gemas.

Las doce piedras preciosas se disponen en cuatro filas de tres, de una forma precisa y detallada en el texto. Se menciona que llevará cada una el nombre de un hijo de Jacob, es decir, simbolizarán a cada una de las doce tribus. La forma cuidadosa con la que el autor describe las filas y enumera las gemas nos fuerza a pensar que la disposición no es trivial, sino que responde a un orden concreto que ha de tener, cuanto menos, un significado simbólico, o incluso un sentido práctico, cuanto más. 

Así pues, solo tenemos que asociar las doce piedras enumeradas ordenadamente con los doce hijos de Jacob y establecer el paralelismo entre las propiedades lapidarias de las gemas y las virtudes que caracterizan a cada uno de los personajes para empezar a descubrir el velo del misterio. Podría parecer fácil, pero cuando uno se pone a la tarea de enumerar las gemas por orden descubre que no hay consenso en cuáles son. Si uno lee cualquier Biblia parece un trabajo automático, ya lo hemos visto en RV1960: sardio, topacio, carbunclo, esmeralda, zafiro, diamante, jacinto, ágata, amatista, berilo, ónice y jaspe. ¿Dónde está la duda? Veamos como suena la música con otra Biblia, por ejemplo la Evangelical Heritage Version (EHV): cornalina, diamante, jacinto, ágata, zafiro, esmeralda, berilo, jaspe, rubí, topacio, ónice y turquesa.

RV1960EHV
1sardiocornalina
2topaciodiamante
3carbunclojacinto
4esmeraldaágata
5zafirozafiro
6diamanteesmeralda
7jacintoberilo
8ágatajaspe
9amatistarubí
10berilotopacio
11óniceónice
12jaspeturquesa

Resulta curioso que solo coinciden dos, y no solo se altera el orden de casi todas, sino que entre las dos series aparecen quince gemas diferentes. He cotejado 75 Biblias para ver la dispersión de las traducciones, y, después de analizar la primera piedra del pectoral, he concluido que, aproximadamente, hay tres versiones principales, con más de veinte traducciones, más dos minoritarias, y alguna versión que prefiere no traducir los nombres de las gemas del hebreo. Es decir, no hay consenso, ni mucho menos. Conscientes de la dificultad y el atrevimiento de citarlas ordenadas, la versión de Traducción al Lenguaje Actual omite por completo la disposición de las gemas y dice solo lo siguiente:

Ex 28, 17-21 (TLA):

“Este chaleco se adornará con doce piedras preciosas, una por cada tribu de Israel. Colócalas en cuatro hileras, de tres piedras cada una.”

Una solución muy inteligente. Pero, como no nos resuelve el misterio, tenemos que seguir estudiando. Parecería simple el siguiente paso: acudir directamente al texto masorético hebreo y ver qué dice. Pero ese trabajo no es tan sencillo como parece. Esos términos en hebreo no son muy comunes, no se tiene mucha información acerca de sus significados ni de sus raíces etimológicas, y en algún caso son hápax, con lo que no podemos deducir de forma concluyente a qué gemas se refiere cada palabra. Además, debemos sospechar que el autor no tenía conocimientos de mineralogía suficientes como para identificar gemas con precisión, y pudo decir una cosa cuando se refería a otra, o utilizar nombres muy genéricos para mencionar, por decir algo, una piedra azul, desconociendo la diferencia entre un zafiro y una aguamarina: el primero es un corindón y la segunda un berilo. De hecho, si atendemos al texto, se mencionan el berilo y la esmeralda en casi todas las traducciones, desconociendo que la esmeralda es un berilo. A mayores, hay berilos de color azul, verde, dorado, rosa, blanco o rojo, por no entrar en matices, y me apuesto un talento de oro a que el autor no sabía tal cosa. Es cierto que en hebreo nunca se dice berilo, esa palabra no es hebrea, pero la Septuaginta, s. III a. C., redactada por gente que sabía hebreo mejor que nadie, traduce berilo por תַּרְשִׁישׁ tarshísh en la gema 10, y me juego otros setenta talentos de oro con los traductores a que no sabían esto del berilo.

Sea como fuere, interesa conocer cuáles son las piedras y su orden preciso, pues al autor no le pareció asunto menor, en tanto en cuanto cada una de ellas simboliza a una de las tribus, lo cual puede traer aparejado un significado profundo. Cabe hacer esa investigación para poder asociar cada gema a uno de los hijos de Jacob. Como soy idiota y me gustan las gemas, la he hecho, pero te mostraré el detalle en un ensayo aparte, porque no es cosa breve y perderíamos el hilo argumental de este cuento.

El orden de las doce tribus.

Pero… si supiéramos la disposición precisa de las piedras, ¿podríamos asignar cada una a un hijo de Israel? Pues tampoco es obvio. El texto dice “según los nombres de los hijos de Israel” y también “según las doce tribus”. Ya ves dónde tenemos el dilema: los doce hijos no son equivalentes a las doce tribus en todo contexto, sino que José y Leví desaparecen en el futuro y son sustituidos por Efraín y Manasés. Podríamos pensar que en este punto de la historia todavía están José y Leví en la lista, pero también sabemos que esta parte de Éxodo está escrita cuando se conoce perfectamente la redacción de la conquista de Canaán y el reparto de los territorios que incluyen a Efraín y Manasés. No puedo detenerme ahora a justificarlo aquí, pero estoy convencido de ello. En cualquier caso, se dice textualmente “los hijos de Israel”, y esos doce están muy claros en Gn. Sea como fuere, pese a las dudas razonables, si partimos de la premisa de que el autor quería asignar cada una de las gemas a un personaje o tribu concreta debemos sospechar que cuando escribió el texto pensaba en un orden determinado. Para intuir cuál debió ser ese orden podemos valorar las veces que se citan todas las tribus en la Biblia de forma conjunta y ver si siempre siguen el mismo orden. Estos son los órdenes que considero relevantes a lo largo de toda la obra:

  • cronológico por nacimiento (Gn 29-32).
  • según la bendición de Jacob (Gn 49).
  • censo de las tribus de Israel (Nm 1).
  • según la disposición del campamento (Nm 2).
  • según la bendición de Moisés (Dt 33).
  • según la división de la tierra prometida (Js 13-19).
  • según los jefes de las tribus (1 Cr 27).
  • según las tribus selladas (Ap 7).
  • arbitrario.

En ese ensayo aparte sobre las gemas incluyo el análisis de todas estas posibilidades para alcanzar la conclusión de cuál pudo ser el orden más probable en el que el autor debió pensar para asociar las doce tribus a cada una de las gemas.

El pectoral en la historia.

Con independencia de cuál es la relación simbólica y lapidaria entre gemas y tribus, ¿qué evidencias tenemos de la existencia de ese pectoral? Pues la verdad es que no tenemos rastro arqueológico del pectoral, y mucho menos de los misteriosos urim y tumim, aunque los relatos bíblicos describen su uso por los sumos sacerdotes en varias ocasiones. Flavio Josefo lo menciona en Antigüedades judías, con lo cual en su época ya era un recuerdo, s. I d. C. En los rollos de Qumrán, algo más antiguos, se mencionan los urim y tumim, también como recuerdo, lo cual nos invita a pensar que si existió el pectoral alguna vez debió perderse mucho antes.

El único registro que tenemos es, por tanto, la Biblia hebrea. Según Ex 28:30, Aarón fue el primero en recibirlo. Pero solamente se menciona el pectoral del juicio en ese punto, nunca más vuelve a aparecer en toda la obra. Sin embargo, podemos sospechar que su hijo Eleazar lo llevó después de él, pues en Nm 27:21 se menciona que Josué debía acudir a Eleazar para consultar urim. No veo motivos literarios para sospechar que no tenía el pectoral. Del mismo modo podemos deducir que sus sucesores fueron heredándolo al menos hasta los tiempos de David. Con Saúl se menciona.

1 Sm 28, 6:

“consultó Saúl a Yahvé; pero Yahvé no le respondió ni por sueños, ni por urim, ni por profetas”.

Y después David acude al sacerdote para que le preste el efod para consultar a Yahvé.

1 Sm 30, 7-8:

“Y dijo David al sacerdote Abiatar hijo de Ahimelec: Yo te ruego que me acerques el efod. Y Abiatar acercó el efod a David. Y David consultó a Yahvé, diciendo: ¿Perseguiré a estos merodeadores? ¿Los podré alcanzar? Y él le dijo: Síguelos, porque ciertamente los alcanzarás, y de cierto librarás a los cautivos.”

Aunque no se menciona el pectoral del juicio ni los urim y tumim, el contexto del efod parece aludir a todo el equipo de comunicación con Yahvé. Aquí el texto aporta un detalle sumamente interesante: el portador puede comunicarse con Yahvé, con independencia de que sea el sumo sacerdote. Esto nos llevaría a pensar que el ritual de consagración de los sacerdotes es innecesario o meramente decorativo, y que el hábito sí hace al monje. Desde una lectura piadosa seguramente se podrá justificar diciendo que David, obviamente, tenía privilegios especiales concedidos directamente por Yahvé, algo así como una consagración implícita a través de la unción real. Sea como fuere, estos son los últimos alientos del pectoral del juicio. 

Después encontramos las menciones de Esdras y Nehemías en las que los urim y tumim ya no están y no se pueden tomar determinadas decisiones sin la presencia del sacerdote con los prescientes objetos. A partir de este punto, no queda ningún rastro en la Biblia del efod, ni del pectoral ni de los urim y tumim. Todo apunta entonces a que el pectoral se perdió durante la destrucción del Primer Templo, 586 a. C., ya que su última aparición es en el periodo de David y los libros de Esdras y Nehemías cuentan episodios tras el exilio babilónico. No es ni mucho menos seguro, pero es el único evento relevante que podría justificar que un objeto tan preciado hubiese desaparecido.

Tampoco podemos concluir que el pectoral existió y se perdió entonces, pues los pasajes en los que aparecen son legendarios, tanto como las tablas de Moisés. Sea como fuere, el sacerdocio descrito en la Torá en el que se utilizaba esta vestimenta tan extravagante dejó de practicarse con la destrucción del Segundo Templo en 70 d. C., con lo que a partir de ese momento y hasta la actualidad no tenemos constancia de nada parecido al uniforme del sumo sacerdote, y mucho menos al pectoral del juicio.

Conclusión.

El pectoral del juicio es un objeto literario del cual no tenemos más evidencia que su mención en la Biblia hebrea, con vaporosos recuerdos de ello que se pierden en tiempos remotos. No es seguro que existiera y es lógico pensar que no existió, pues no hay evidencia arqueológica ni literaria más allá del propio texto hebreo, y los relatos en los que aparece son legendarios, cuando no totalmente mitológicos. Sin embargo, algo me hace pensar que sí existió, ya que se conserva memoria de su ausencia. Es muy difícil inventar el recuerdo de algo que se ha perdido. El relato cronológico bíblico nos deja encajar la destrucción del Primer Templo de Jerusalén con el saqueo de todos estos objetos sagrados, algo que pudo haber sucedido en realidad de forma plausible. Y no es extraño que durante el sacerdocio se utilizasen todo tipo de instrumentos rituales cargados de un valor simbólico divino, cosa que podemos comprobar con un simple vistazo a nuestras religiones actuales. Cosa muy distinta es que el pectoral fuese tal y como se describe en Ex 28, lo cual solo puede sostenerse con fe. En todo caso, la tradición sostiene que venía armado con doce gemas, cuyas propiedades simbólicas probablemente estuvieran en sincronía con las características de los doce hijos de Israel. Será apasionante bucear en ese misterioso mundo lapidario en un próximo ensayo y desenredar la madeja del enigma.

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