El día antes de la revolución, de Úrsula K. Le Guin. (Ciclo de Hainish)

“Una se mantiene arreglada por mera decencia, por simple sensatez, por conciencia de la existencia de otra gente. Y, al final, hasta eso termina por perderse y una babea sin vergüenza ninguna.”

Úrsula K. Le Guin – El día antes de la revolución, 1974

Puedes ver el vídeo en mi canal de Youtube.

Decía Umberto Eco en Baudolino que imaginando otros mundos se acaba por cambiar también este. Qué arrogante ingenuidad tenemos los escritores, ¿verdad? Bueno… quizá no tanta. ¿Acaso alguien duda de cuánto debió influir en la vida de Alejandro la valentía y nobleza que se desprende del mito de Aquiles? Y aquel conquistó el mundo entero… 

El ámbito literario de la ciencia ficción no es de los más prestigiosos, cuesta encontrar autores de altura. Y resulta curioso, porque la ficción fantástica ambientada en el pasado sí ha producido obras de la mayor enjundia. Desde sus primeros brotes. Sirvan las sirenas de Odiseo y las esfinges de Edipo para no olvidarlo, para subrayar con qué hondura de pensamiento se puede hablar sobre quiénes somos desde la magia y la imaginación.

Sin embargo, cuando la fantasía se ambienta en el futuro no es tan fácil encontrar la genialidad literaria. Quizá sea la perspectiva que adopta el autor acerca de los temas que quiere tratar, proyectando en ellos lo que imagina que será en lugar de enriquecerlos con el conocimiento de lo que fue. No lo sé. Pero en apariencia nada impide escribir Ilíadas futuristas.

Hoy traigo a la mesa El día antes de la revolución, a colación de unos comentarios que cruzamos en el canal sobre la literatura de ciencia ficción, precisamente acerca de su calidad. Te dejo el enlace en la descripción y en el comentario fijado, por si es de tu interés. Salió a la luz el nombre de su autora, Úrsula K. Le Guin, y su serie de novelas sobre el ciclo de Hainish, que comparten un ambiente temático futurista. En ese contexto de Hainish son posibles los viajes espaciales y las poblaciones de los distintos planetas se han adaptado a su entorno mediante ingeniería genética. 

La cuestión es que Úrsula aborda el tejido de la ciencia ficción de forma laxa, con escaso rigor científico y armada de licencias teóricas. No le importa tanto la verosimilitud de un universo construido con esas reglas, por lo demás muy vagas, como el tratamiento de la faceta social y antropológica que se proyecta en los seres que lo habitan, reflejo de nuestras costumbres y nuestras creencias, unas veces por similitud y otras por contraste. Si me permites abusar de nuevo del paralelismo griego, en eso se parece a Homero: no explica cómo hace Atenea para extender su magia ante las murallas de Troya, lo que le interesa es describir por qué Aquiles se niega a luchar contra un hombre que defiende a los suyos frente al invasor, sobre todo si ese invasor se mueve por orgullo y ambición económica. Poco importan los rayos de Zeus o las naves interestelares cuando se está describiendo la condición humana.

Y esta obra, El día antes de la revolución, muy larga para ser un cuento y muy corta para llamarla novela, es un ejemplo muy interesante de lo que digo. Fue escrita en 1974, dentro del universo de Hainish. La protagonista es Laia Odo, una famosa revolucionaria, autora de obras inspiradoras en ese mundo futurista. Lo curioso del asunto es que el ámbito de la ciencia ficción ni siquiera le sirve de excusa o de contexto a Úrsula para construir la trama y lo que quiere contar. Las referencias al universo de Hainish son mínimas, apenas funcionan como guiños internos para sus lectores habituales, son absolutamente prescindibles, en apariencia. La obra se deja leer sin conocer el contexto previo, lo cual es un acierto, porque el alma del texto no está en su cosmología, sino en su humanidad. El tema va por otros derroteros: trata de la conciencia de la propia decadencia personal, es decir, del barranco por el que se despeña una persona cuando descubre y es consciente de su propia decrepitud. La audacia literaria es magnífica: Laia Odo, famosa, prestigiosa y en cierto modo emblemática dentro del universo de Hainish, sufre un derrame cerebral y queda apartada de la primera línea de la acción, por más que hubiese sido la protagonista de la revolución. A Úrsula le interesa la perspectiva vital de esa anciana decrépita, el punto de vista sobre sí misma, cuando no era capaz siquiera de evitar que las babas le mancharan el cuello de la camisa en público. Veamos una cita para ejemplificarlo. Laia, a consecuencia del derrame, no tiene gobierno de algunas partes de su cuerpo.

“El ojo derecho de Laia Odo de Asieo soltó varias lagrimitas mientras permanecía entre los lavabos y las letrinas y la peinaba la hija a la que no llevó en su vientre; pero su ojo izquierdo, el fuerte, no lloró, tampoco sabía a lo que se dedicaba el derecho.”

Como vemos, este universo ofrece un contexto poético muy triste, hijos que no han nacido de tu vientre. Apenas solo eso, mientras lo importante es la decrepitud y las contradicciones, iguales aquí que en Saturno, sazonadas con una brizna de humor para hacer el trago de la lectura menos amargo.

He aquí la gracia. El universo de Hainish le ha permitido a la autora construir un contexto literario de ciencia ficción en el que Laia Odo es un personaje capital y de gran relevancia. Ahora, poner el foco en las miserias de su degeneración física, aun cuando su cerebro se niega a aceptar la decadencia y se sigue sintiendo joven, le brinda la oportunidad a Úrsula de profundizar en la conducta humana a través de un personaje que no podría haber construido en el mundo real, pero que le sirve de arquetipo simbólico para adentrarse en los pensamientos y pasiones que nos interpelan a todos. En esa sórdida caída hacia la desolación tiene alguno de sus destellos más brillantes.

“Su crapulosa vitalidad se había extinguido, dejando tras de sí únicamente a alcohólicos medio paralizados, adictos, tullidos, buhoneros, putas de quinta fila, casas de empeños, garitos de apuestas, despachos de adivinos, gimnasios de mala muerte y hoteles baratos.”

Es muy lúcida cuando se recrea en ese tipo de miserias. Pocas veces encontramos en una historia al protagonista confesando su bajeza. O, mejor dicho, al autor complacido en la bajeza de su protagonista.

“Se parecían a ella, estaban todas tristes, eran asquerosas, viles, penosas, espantosas. Aquéllas eran sus hermanas, su gente.”

En definitiva, una obra en un contexto de ciencia ficción que retrata de forma íntima y desnuda el inexorable paso del tiempo y la descarnada erosión que produce en las personas, en las de Homero, en las de Saturno y en las de aquí.

“¿era ella, ella misma, algo más que la famosa revolucionaria, autora y demás? No. No lo era. ¿Y entonces?, ¿quién era? La que amó a Taviri. Sí. Cierto. Y sin embargo insuficiente. Aquello era el pasado, él llevaba mucho tiempo muerto.”

Lo más triste de la vejez es la mirada atrás, el recuerdo del tiempo perdido corriendo entre flores cuyo nombre desconoces.

“Setenta y dos años y nunca había tenido tiempo de aprender cómo se llamaban.”

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Enlaces de Amazon las obras citadas:

El día antes de la revolución.

Baudolino, Umberto Eco.

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