
Eres… como el amor. ―Sí, no te rías―. Empecé admirando tu belleza, tu cuerpo elevado sobre esos pies finos y elegantes de Cenicienta. Me dejé atrapar por tu olor. ―Que sí… me hipnotiza, me desvela, lo encuentro por todas partes y todo me lo recuerda, las fresas, la piel y hasta el humo del tabaco―. Me desarmé con tu primera caricia en los labios, cerraba los ojos para sentirte mejor, para notar la humedad en la lengua y después el calor, que se va difundiendo por el pecho hasta las piernas. Al principio rebosaba de ilusión, vivía apasionado, encantado de ir descubriendo tus rincones, tus secretos, conociéndome a mí mismo a la vez, mis gustos, mis sentidos, mis deseos, entregándome al placer sin reservas, hechizado, sin poder pensar en otra cosa. Siempre hablaba de lo mismo, de ti, admiraba la sutileza de tus matices, ignoraba al principio tus defectos, después los perdonaba. Pero poco a poco me fui acostumbrando. Es entonces cuando te aburres y lo dejas, o cuando te enamoras de verdad. Tú fuiste de verdad, empezaste a llenar mi vida, sin darme cuenta. Un día me desperté descubriendo que ya no podía estar sin ti. Qué largas y qué aburridas son las noches cuando no estás, y qué breves contigo. ―Que sí… no te rías. Ya sé que estoy hablando del vino, pero también estoy pensando en ti. No imaginas cuánto me gusta compartir mi tiempo con los dos a la vez. Tonta.
Maravilloso!. No son letras, no son palabras elevadas a su máxima expresión y belleza. Es sensibilidad. Es sentimiento. Es amor. Amor del que no hay palabras para describir, solo se puede sentir, pero tú.. , lo has conseguido.
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Me abrumas. Es muy bonito escribir cuando te leen personas con tu sensibilidad. Gracias.
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Solo puedo decir una cosa.
Bueno, dos:
Abrazo balleta.
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