Bendita Greta Thunberg

El mundo se acaba. La Tierra se muere. Pronto será demasiado tarde. El final está cerca. Estamos a punto de cruzar la línea de no retorno. Caminamos inexorablemente hacia la extinción de la especie humana, con paso firme y decidido, y estamos en la antesala del apocalipsis. Esta última es mía, pero las otras se escuchan en todas partes. Greta Thunberg la podría firmar si conociera el relato de San Juan. Pintiparado le viene, aunque a sus fieles no les importe de dónde informa el sermón. Ni falta que hace, porque más vale la elocuencia de una sentencia emocional que el análisis científico del clima y la ingeniería medioambiental. Tenemos que proteger el planeta, no es justo que por el interés económico de grandes empresas, o por nuestra comodidad presente, pongamos en peligro a todos los seres vivos. Eso es cierto, pero no hay forma de tasar cuánto se parece la realidad a esa premisa, ni de ello puede inferirse el fin del mundo. El mundo se acaba, pero cuándo. La Tierra se muere, pero cuánto. Pronto será demasiado tarde, ¿cuándo es pronto? El final está cerca, ¿cómo de cerca? A punto de cruzar la línea, pero… ¿alguien sabe dónde está la línea? Es una intuición, cabe responder. Es obvio que estamos destruyendo el planeta, dirán muchos, sin formación alguna en química, mecánica de fluidos, climatología ni bobadas de esas innecesarias. Al lado de la fotografía de un oso polar famélico después de levantarse de la siesta invernal, navegando en un casco de hielo para más énfasis, de poco sirven los cálculos científicos sobre las fulguraciones solares, el vapor de agua atmosférico, los ciclos climáticos y toda esa matemática aburridísima. Hay que ser un imbécil, dirán algunos, para negar el cambio climático. Hay que serlo también para atribuirlo a causas antropogénicas sin entrar a cuantificar nada y dejándose llevar por el instinto. Y para mayor contradiós se juntan la contaminación y el calentamiento global en el mismo saco y así no hay quien aborde la cuestión.

Pero esa no es la cuestión. Debiéramos dejar la discusión en manos de los científicos y no derivarla hacia los políticos, que en estos asuntos, como en todos los demás, son ignorantes. Oigo a Greta pedirle a los políticos que le metan mano a lo del clima y me echo a temblar. Esa es la cuestión. No estamos ante un cambio climático irreversible, sino ante un curioso advenimiento: el nacimiento de una religión. La Srta. Thunberg es el profeta y los burócratas más espabilados pierden el culo por hacerse la foto de apóstoles con ella. Proclama el fin del mundo y al capitalismo como culpable. Me recuerda a aquel otro iluminado corriendo a gorrazos a los mercaderes del templo, con parejos delirios psiquiátricos. Temo cuando llegue su calvario, su ascenso a mártir y su beatificación. De ahí surgirá la dogmática doctrina.

Y no es que no me importe la salud del planeta y de sus habitantes, eso hemos de cederlo en pugna a los científicos hasta que sienten cátedra unánime. Lo que pasa es que me preocupa la religión y sus herramientas: el dogma, la veneración, el temor, la norma moral, los rituales, los sacrificios. Si el discurso de Greta Thunberg sirve para que cuidemos más nuestro planeta, bendita sea, podría decir yo uniéndome a los más benévolos. Pero es que se empieza sembrando la religión con fines nobles y se acaba cosechando lo de siempre: la servidumbre de los feligreses arrodillados frente a un mito de cartón, la persecución del hereje, la infalibilidad del pontífice, el juicio del inquisidor, la supresión de las libertades civiles y el copón bendito. Porque la religión no ha sido nunca otra cosa que un vehículo para administrar el miedo y detentar el poder. Y luego cuesta mucho salir de esa esclavitud. Poco a poco se descubre que no hubo manzana ni paraíso, que el diluvio nunca fue y que el apocalipsis no estaba tan cerca como amenazaba el profeta. Pero a ver quién le quita entonces a nadie el báculo pastoral.

Falta nos hace hoy un James George Frazer para analizar esta versión mejorada de la religión y alumbrarnos con las causas de siempre y las consecuencias ya conocidas. Le preguntaría qué será de la bendita Greta Thunberg, cómo prevé que sucederá la occisión del hombre-dios. Pobre chica.

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2 comentarios en “Bendita Greta Thunberg

  1. Excelente y osado dado que no es «políticamente correcto»..gracias!!!!!

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    1. Gracias a ti, Ana. Lo políticamente correcto se ha convertido en pensar con las emociones y dejar de lado la razón. Ahí no me van a encontrar. Las emociones las empleo en el arte y en el amor. Para lo demás prefiero el método científico y la matemáticas.

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