Prohibir los móviles en el colegio

Después de quince años impartiendo clases a alumnos de entre ocho y veinticinco años y de otros cuarenta recibiéndolas, en un colegio, un instituto y tres universidades, me confieso derrotado. He perdido la confianza en nuestro sistema educativo. También la fe en que vaya a ser útil algún día. Y no quiero decir con esto que sea defectuoso y mejorable, sino que es malo para el aprendizaje. No se me ocurre peor manera de aprender historia, por ejemplo, que tragarse veinte años de cadena educativa y terminar en la facultad de historia almacenando basura en la cabeza de manos de unos incompetentes sin alma.

Se me han hinchado las meninges cuando he leído la noticia: la comunidad de Madrid prohibirá los móviles en los colegios. Qué hermoso. Ya me dan náuseas solo de lo populista y demagógico del anuncio, pero cuando desciendo al análisis de la prohibición me cunde el pánico.

El PP y Ciudadanos suscribieron ese acuerdo por el bien de la convivencia escolar, y ahora Enrique Ossorio, el consejero de educación de la comunidad, lo pone en solfa en modo prohibición. Tampoco se le puede reprochar, es un político versado en derecho y hacienda, no tiene otras luces. Político a fin de cuentas, el escalón más despreciable de nuestra sociedad. Pero claro, como acaban de aterrizar en el gobierno necesitan demostrar que son los mejores y proponen retocar el Decreto 32/2019 que regula el marco de convivencia de los colegios, que a penas lleva ocho meses en vigor. La maltrecha educación siempre al albur de los vaivenes del parlamento. Qué asco. Pero es pura demagogia, en el fondo nada más. El actual decreto contempla en el artículo 42 que «el uso de objetos y dispositivos de uso personal podrían ser retirados hasta la finalización de la jornada escolar en caso de uso inadecuado o en momentos no permitidos». Sí, ya lo sé, está redactado con los pies, pero no podemos exigirle a los políticos que también sepan escribir. No obstante se entiende lo que quiere decir, y todo ello sin perjuicio de otras medidas correctoras que pudieran aplicarse, por ejemplo «cuando la conducta del alumno perturbe el desarrollo de las actividades». Vamos, que hoy por hoy te requisan el móvil si lo usas para otra cosa que no sea aprender, te expulsan del aula si molestas y te mandan a casa si eres ingobernable. A mí ya me parece bien, pero qué bonito queda eso de «prohibir los móviles». Y aún se les llena la boca diciendo que es para asegurar la convivencia en las aulas, para luchar contra el acoso escolar y para dignificar al profesorado. Tócate los huevos. Si el profesorado no se levanta en armas inmediatamente es que ya ha perdido la dignidad que algún día tuvo. Si se quiere dignificar al profesor no vendría mal dejarle sentar cátedra libremente y quitarle regulaciones, fomentar su desarrollo por méritos y apartar de una vez la maldita igualdad para todos, que solamente conduce a la mediocridad. Pero no, mejor prohibir, cada vez más prohibiciones, que alumnos y profesores no saben convivir si no es a base de prohibiciones.

El fondo de la cuestión es todavía peor. No se puede ser más retrógrado y estúpido que prohibiendo los móviles en las aulas. Que prohiban también los ordenadores y las calculadoras, por qué no, y los relojes y los bolígrafos. Que prohiban el ábaco y el papel. Volvamos a sacar las tablas de arcilla y el punzón de escritura cuneiforme, que ya tendremos tiempo de prohibirlo luego también. Va a ser muy difícil que los alumnos, sobre todo los jóvenes, entiendan que el conocimiento es crucial para la vida. La vida está completamente alejada de los colegios, ya no guardan ninguna relación. A un clic de teléfono móvil tenemos la Enciclopedia Británica, las obras completas de Newton y de Aristóteles, todos los versos de Quevedo, la gramática sumeria, tutoriales de escultura y cómo interpretar las sonatas de Beethoven. Tenemos acceso libre y gratuito a todas las noticias del mundo en más de doscientas lenguas, a todas las leyes de todos los rincones del planeta. Ningún área del conocimiento se escapa a internet. Todo está ya en el teléfono. Pero nada, vamos a prohibirlo, porque los alumnos no saben usarlo bien. Claro, vamos a prohibir también la Historia Natural de Plinio, por si a alguno se le ocurre atizarle en la cabeza al compañero con semejante volumen. Y también los bolígrafos Bic, que luego solo sirven para hacer canutos. Vamos a prohibir también que los alumnos hablen, que se hace muy molesto, y de paso que piensen, no vaya a ser que se den cuenta de que el colegio no sirve para nada. Sí sirve, pero para nada bueno: sirve para formar funcionarios y borregos, aunque no para alumbrar personas libres y plenas de conocimiento. A eso hemos llegado.

El móvil debería ser de uso obligatorio. El que venga sin el móvil bien cargado de casa, castigado. El que no sepa entender con ayuda del teléfono la demostración del teorema de Pitágoras suspende mates. El que no sepa utilizar el DRAE, el CREA y el CORDE no aprueba lengua. El que no sepa distinguir una noticia de una opinión no pasa de curso. El que no sepa programar una aplicación para un teléfono móvil no irá a la universidad. Y de la universidad ya hablaremos otro día.

No sé qué clase de personas estamos formando en los colegios. Pero debemos ser conscientes que de ahí saldrán los futuros políticos con sus futuras prohibiciones. Y en ese mundo no nos gustará vivir.

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2 comentarios en “Prohibir los móviles en el colegio

  1. marianbaldayoalba 25 diciembre, 2019 — 8:22 am

    Me encanta todo lo que escribes, y este artículo lo as bordado. Felicidades.

    Me gusta

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