Ganan los conservadores, se hunde Podemos, emerge el nacionalismo.

De las elecciones autonómicas vascas y gallegas de ayer se pueden hacer varias lecturas, como siempre. Sin embargo, tres aspectos llaman mi atención sobre el resto: que ganan los conservadores, que se hunde Podemos y, sobre todo, que emerge el nacionalismo.

A tenor de los resultados, las políticas de izquierda no gozan del mejor crédito en estos momentos. PP y PNV son los más votados. Los llamo conservadores por simplificar, por diferenciarlos de la ideología de izquierda, aunque tú, lector, me entiendes y sabes que todo está lleno de matices que conviene tener siempre en cuenta. Vamos, que no son marxistas. Con el elefante de la crisis económica sentado en el salón de casa, parece que la mayoría del público desconfía de las recetas socialistas y comunistas del Gobierno central y apuesta por estrategias menos impetuosas, eso que se viene llamando moderación.

Podemos se hunde, pierde todos los diputados en Galicia y la mitad en Euskadi, lo cual podría parecer que está relacionado con lo anterior, con la desilusión del votante por las ideas de izquierda. Sin embargo, han menguado en la misma proporción en que BNG y Bildu han crecido, cuyos programas son tan de izquierda como el morado, lo cual nos hace sospechar otras causas. Quizá el descrédito de su líder, Pablo Iglesias, el cúmulo de asuntos judiciales que le acechan, los ataques a la prensa, la demagogia, la manipulación de las instituciones, la gestión que está haciendo del poder, la vergüenza del caso Dina, etc., hayan ayudado a que el votante desconfíe de un partido que desprende un aroma cada vez más totalitario y peligroso.

De ser acertadas, ambas lecturas me parecen interesantes y positivas: primera, la mayoría prefiere la prudencia en lo económico, y segunda, muchos seguidores de Pablo Iglesias ya no confían en él. Que conste que a mí Iglesias me gusta lo mismo que Feijoo y que Urkullu. Me merecen el mismo respeto los tres que el que tienen ellos por nosotros. La tercera lectura, el auge del nacionalismo, ya no me parece tan edificante. En Galicia los votos del BNG han crecido un 186%. En Euskadi los votos de PNV y Bildu suman ya el 67% de todo el pastel.

Creo que la independencia de un pueblo es algo estupendo, la libertad de una comunidad política debería ser inalienable. De hecho, sería maravilloso que España se dividiera en cincuenta estados pequeñitos, cada uno libre de tomar las riendas de su futuro. No me preocupa nada de eso, entre otras cosas porque la nación y el estado son cosas diferentes, porque los estados son mejores cuanto menos poder tienen, y porque uno puede sentirse español o constantinopolitano independientemente del ladrón que le haya tocado sufrir por presidente. Pero el nacionalismo… eso es peor que la guerra, o lo mismo. Que los habitantes de Barbastro se quieran independizar de España para gestionarse por sí solos los impuestos y los servicios públicos me parecería una brillante idea, incluso necesaria con el Gobierno que tenemos. Pero que alguien pretenda la independencia por motivos nacionales me recuerda a los albores de la II Guerra Mundial. Cada vez que veo un puño en alto me parece un déjà vu, como si hubieran vuelto las fasces de Mussolini o a las hoces de Stalin. Cuando se junta el nacionalismo con el socialismo, como en el BNG, la cosa me recuerda a los brazaletes con esvástica sobre fondo de gules. Cuando se unen también violencia y terrorismo, como en Bildu, debiéramos echarnos a temblar, porque hablamos ya de genocidio.

Para los de Galicia, una cita dejo de un gallego al que admiro, a ver si os hace bien: «El nacionalista cree que el lugar donde nació es el mejor lugar del mundo; y eso no es cierto. El patriota cree que el lugar donde nació se merece todo el amor del mundo; y eso sí es cierto.» Se llamaba Camilo y era un poeta.

Para los de Euskadi, una de un bilbaíno sensible y tierno, no creo que os haga daño: «El nacionalismo es la chifladura de exaltados echados a perder por indigestiones de mala historia.» Se llamaba Miguel y también era un poeta.

A los demás os gustará esta de un polaco que emigró a la ciudad-estado de Hamburgo, que vivió en Francia y en Inglaterra, que murió en Prusia y que escribía en alemán: «Todo imbécil execrable, que no tiene en el mundo nada de lo que pueda enorgullecerse, se refugia en este último recurso: vanagloriarse de la nación a la que pertenece por casualidad.» Se llamaba Arthur y era muy listo.

Anuncio publicitario

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Imagen de Twitter

Estás comentando usando tu cuenta de Twitter. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s

A %d blogueros les gusta esto:
search previous next tag category expand menu location phone mail time cart zoom edit close