¿Por qué Dios salva a Noé? Gn 6:8.

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“Pero Noé halló gracia ante los ojos de Yahvé.” Esa conocida cita de Gn 6 no es tan inocente como parece. ¿Por qué Noé halló gracia divina? La pregunta no es trivial, pues en estos primeros capítulos de la historia resultaría muy interesante para el lector conocer qué hizo Noé para ganarse el favor de Dios y ser salvado del diluvio. Sería una información muy valiosa para entender, por el lado de la coherencia narrativa, qué comportamientos o principios vitales satisfacen plenamente a Yahvé, al cual todavía no conocemos lo suficiente, y, por el lado de la coherencia espiritual, qué obras y conductas morales pretende remarcar el autor como apropiadas para la salvación, en el contexto del judaísmo, el cristianismo y el islam. Sin embargo, la respuesta a esa pregunta nos deja una cierta inquietud, y tras ella se atisba una conclusión incómoda. Vamos a verlo.

Este breve ensayo viene a colación de uno de los episodios de mi Resumen de la Biblia en Youtube y la polémica suscitada en los comentarios alrededor de la figura de Noé y los motivos de su salvación. Después de responder a un sinfín de comentarios en redes de lo más ingenioso me he propuesto ensayar aquí mis razones ordenadas, por si pudiera interesarle a alguien.

Noé se presenta en Gn 5:29, como hijo de Lamec, hijo de Matusalén, décima generación desde Adán. El texto dice “Llamó su nombre Noé,” que significa descanso o consuelo, añadiendo el autor para subrayarlo que “este nos aliviará de nuestras obras y del trabajo de nuestras manos.” El apunte puede parecer baladí, pero cabe destacar que el capítulo nombra las generaciones del hombre desde Adán hasta Noé, diez en total, citando personajes y fechas, sin detenerse en otros detalles, salvo en el caso de Noé, donde el autor aporta ese matiz etimológico y termina el capítulo nombrando a sus tres hijos de forma excepcional: Sem, Cam y Jafet. Así, notamos un interés especial del autor en Noé, pues el capítulo termina con él y con sus tres descendientes, mientras que en los demás casos solo se citan los primogénitos, añadiendo que tuvieron otros hijos e hijas sin mayor relevancia. No es casual. Como se puede comprobar en los capítulos siguientes, la historia que interesa al autor empieza con esos tres hijos, que dan origen a todas las naciones, con especial atención a los descendientes de Sem, que serán los protagonistas de la Biblia hebrea.

El capítulo 6 empieza de forma diferente y aparentemente inconexa, con el pasaje de los hijos de Elohim que se aparearon con las mujeres humanas y dieron a luz a los gigantes. Para retomar el hilo de la historia de Noé, el autor deja de lado ese pasaje, de forma abrupta, y menciona de repente la ira de Yahvé por causa de la maldad del hombre. Este salto narrativo nos hace intuir que hay una laguna en el texto, y de alguna forma nos permite encapsular ese pasaje de los gigantes, los nefilim, al margen de la historia de Noé. Es posible que tenga alguna relación con el diluvio, pues allí está inserto y no en otro sitio, pero no es necesario profundizar ahora en ese pasaje tan complejo para entender las cualidades de Noé. La ira de Yahvé enlaza sin otra justificación con la cita que es objeto de nuestro análisis.

Gn 6, 8:

“Pero Noé halló gracia ante los ojos de Yahvé.”

Según el texto, Yahvé se arrepiente de haber creado al hombre, porque su corazón es siempre malvado, con la excepción de Noé. ¿Por qué? ¿Qué virtudes tiene Noé, qué obras lo hacen diferente? Hasta aquí, la narración no ha aportado ninguna información que lo justifique. Sin embargo, continúa con la construcción del arca, aquí sí preñada de detalles descriptivos en apariencia innecesarios, lo cual contrasta con la ausencia de motivos sobre los hechos cruciales de la trama. Me explico. Se especifica que el arca debe ser de madera de gofer, un material que no vuelve a citarse en toda la Biblia, con detalle sobre los aposentos, cómo calafatearla, tamaño exacto de eslora y manga, definición de los castillos, puertas, ventanas, cerramientos y pisos bajo el calado. Habida cuenta de la irrelevancia de estos detalles en la trama, sorprende que la causa de la maldad del hombre no se explique, que no se mencione ningún hecho del cual Yahvé, y por ende el lector, deduzca que el hombre es continuamente malvado, toda vez que es la causa central del exterminio que se va a producir mediante el diluvio. Del mismo modo nos deja incómodos que Noé halle gracia divina sin ninguna justificación en el texto. Sorprende que el autor que se deshace en detalles sobre la forma del arca, intrascendentes en la trama, olvide contar qué hizo Noé o cómo era su carácter para ganarse el privilegio de la salvación. Como decíamos al principio, resulta capital para entender la historia conocer en qué consiste ese comportamiento que satisface a Dios plenamente.

Si avanzamos en la narración, el capítulo 7 cuenta el diluvio y el capítulo 8 la vuelta a la normalidad, sin añadir información que ayude a resolver nuestra duda. En el siguiente, el noveno, se cuenta el mito del arcoíris y la embriaguez de Noé, que da pie a la maldición de Canaán y finalmente a la muerte de nuestro protagonista. Como podemos comprobar, la historia de Noé recogida en el Génesis es concreta y breve, y no tendrá relevancia por sí misma en el resto de la Biblia. Si reconstruimos el esquema literario relativo a Noé podemos resumirlo de esta manera:

  • Gn 5: Nace Noé, que nos aliviará del trabajo físico.
  • Gn 6: Halla gracia ante Yahvé y obedece a Elohim en la construcción del arca.
  • Gn 7: Obedece a Yahvé para llenar el arca, y a Elohim.
  • Gn 8: Obedece a Elohim para salir del arca, edifica un altar a Yahvé y le ofrece holocausto.
  • Gn 9: Se emborracha, se queda vergonzosamente desnudo, maldice a Canaán y muere.

Quizá resulte desconcertante de qué manera se mezclan Elohim y Yahvé en esta narración, pero no tiene mucha importancia por el momento para lo que queremos conseguir. Podemos interpretarlo como el mismo Dios si se quiere. Al final, en la conclusión, haré un apunte al respecto que sí es relevante para entender a Noé.

Si enmarcamos su historia en el conjunto de la narración, observamos que se inserta entre el pasaje de Caín y Abel y la explicación del origen de las naciones a través de sus tres hijos. El único hecho de Noé relevante para la trama es la maldición de Canaán, una profecía que justificará después el ataque del pueblo hebreo a los cananeos y la conquista de sus tierras. Tanto es así que el único diálogo de Noé es la maldición de Canaán y la bendición de Sem. De su participación en el diluvio solo podemos decir que es apenas vehicular, solamente sirve para obedecer órdenes divinas, es decir, actúa como vehículo para que Yahvé lleve a cabo su intención de exterminio, sin aportar ningún matiz a la trama. Además, el diluvio en sí mismo es un inserto accesorio a la narración principal que no aporta ningún detalle relevante a la historia del pueblo hebreo, que es el protagonista de estos libros. Como es de sobra conocido, se trata de un fragmento mitológico presente en todas las culturas que rodean al autor de Génesis, tan famoso que quizá no supo soslayarlo y prefirió adaptarlo a su propia tradición cultural. Así pues, en apariencia, Noé es un personaje muy poco relevante para el desarrollo de la trama principal, la historia del pueblo hebreo, cuyo carácter nos es desconocido y cuyas obras no han sido lo bastante interesantes para que el autor se detenga a contarlas. Desde que nace hasta que muere, en estos cinco capítulos del Génesis, solo tenemos constancia de su obediencia a Dios y de que maldijo a Canaán. Repasemos pues con detalle todo lo que se dice de Noé a lo largo de la Biblia para ver si encontramos algún detalle que justifique de algún modo la gracia divina de su salvación.

Aparte de Gn 5-9, Noé vuelve a citarse en Gn 10 y Cr 1 como padre de sus tres hijos. En Is 54, el texto más antiguo de la Biblia hebrea, se cita de pasada, para recordar los días del diluvio y el pacto del arcoíris. En Ez 14 se cita a Noé junto a Daniel y a Job como varones que por su justicia salvaron sus propias vidas. Y no hay más referencias a Noé en toda la Biblia hebrea. En el Nuevo Testamento, aunque no viene al caso, por ser una narración muy posterior y de autores diferentes, Mt 24 y Lc 17 recuerdan los días de Noé, sin aportar más datos; Hb 11 menciona la fe de Noé; y 2 Pe 2 recuerda una vez más que Noé fue “pregonero de justicia”. Así pues, el conjunto de textos canónicos no aportan razones para interpretar mejor el carácter de Noé y las causas de la gracia divina, constantando, eso sí, que era un hombre justo y fiel a Yahvé. Esas dos características las conocemos por Gn 5-9, y son las que inspiran las demás. Así pues, tenemos que buscar en esos fragmentos las razones de su salvación. 

La fe en Yahvé y su obediencia ciega resulta obvia en Gn 6-8, pues se subraya hasta cuatro veces que obedeció el mandato divino tal y como le fue ordenado, y se enfatiza con la construcción de un altar y la ofrenda de un holocausto a Yahvé nada más bajar del arca y llegar a tierra firme. Este detalle de su obediencia es muy relevante, porque en el texto no se menciona ninguna otra acción significativa del personaje. Es decir, desde que nace hasta que se emborracha, el texto solo destaca que es obediente y devoto de Yahvé. Su embriaguez, su desnudez y la maldición de Canaán, aunque son relevantes en la trama, no son hechos que puedan justificar la gracia previa que recibió de Dios. El rasgo de la fidelidad a Yahvé podría parecer justificación suficiente para que hallase gracia divina y consiguiese la salvación desde una perspectiva espiritual de la historia, pero no desde un punto de vista literario. Me explico. Por un lado, su obediencia se hace explícita después de recibir la gracia divina, con lo cual no puede ser causa, salvo que imaginemos que ya era obediente antes de hallar la gracia, cosa que el texto no dice. Por otro, tal fidelidad y obediencia, solo nos pueden satisfacer como justificación en el plano sacerdotal, pues desde un punto de vista literario resulta obvio que la intención del autor es subrayar la necesaria obediencia que se debe ofrecer al Dios del que está haciendo apología, sin justificar otro porqué más allá del de la fe ciega, en sintonía con sus propios intereses sacerdotales.

Nos queda pues rastrear su justicia, lo cual sí resultaría una justificación válida en términos narrativos: Noé era justo, y era el único, por eso halló gracia ante los ojos de Yahvé, y por eso se salvó. Pero la duda sigue intacta: ¿en qué consiste su justicia? No tenemos ningún indicio textual que nos haga intuir por qué Yahvé concluye que es justo. En este punto solo caben tres opciones: o bien la historia de Noé era muy conocida por los lectores de la época y no necesitaba ser explicada, o bien el texto deja implícita alguna razón para deducir por qué era justo, o bien no existe ningún argumento literario que lo justifique. La primera opción, que Noé fuese de sobra conocido no me satisface, toda vez que Noé tiene escasa relevancia en la Biblia, apenas se cita de pasada, y tampoco es mencionado en los apócrifos de manera interesante. En 1 Enoc, uno de los apócrifos donde más se menciona a Noé, tampoco se aporta nueva información que ayude a entender que fuese un personaje cuya historia era famosa, y apenas se recuerda la etimología de su nombre, subrayando que después del diluvio traería consuelo, al haber sido elegido como superviviente y no dejar que la humanidad desapareciera por completo. Nos queda escudriñar el texto de Gn 5-9 para encontrar algún indicio implícito del que podamos deducir sus cualidades y su justicia. A mi juicio solo hay una frase que pueda ayudarnos:

Gn 6, 9-10:

“Estas son las generaciones de Noé: Noé, varón justo, era perfecto en sus generaciones; con Dios caminó Noé. Y engendró Noé tres hijos: a Sem, a Cam y a Jafet.”

La parte que nos interesa está inserta entre la información genealógica: “varón justo, era perfecto en sus generaciones, con Dios caminó Noé.” Como vemos, es un excurso en medio de la información relevante, algo así como lo siguiente: Noé tuvo estos tres hijos; por cierto, era justo. La traducción que he señalado es la Reina-Valera 1960. Si atendemos a otras traducciones en varios idiomas podemos encontrar otros matices de interpretación: era perfecto entre la gente de su tiempo, era muy bueno, siempre obedecía a Dios, vivía conforme a la voluntad de Dios, el único intachable, honrado, honesto, cabal, fiel a Dios, perfecto en su conducta, irreprensible, hombre moral y ejemplar, de corazón, sin culpa. Destaca quizá el matiz de que era bueno entre la gente de su tiempo, tal vez el único que merecía la pena de entre todos. No es una lectura descabellada. Si atendemos al texto masorético en hebreo, varón justo es traducción de ish tsaddíc. Ish se puede traducir sin miedo por hombre o varón, del mismo modo que ishshá se puede traducir por mujer o hembra. Tsaddíc se puede traducir como justo, derecho o recto, un término derivado de la raíz primitiva tsadác, relacionada con ser derecho, en sentido moral o forense, es decir, ser justo o causar justicia. Así pues, nuestra primera interpretación de varón justo parece buena, Noé era un varón y actuaba con justicia. En la frase “era perfecto en sus generaciones” podríamos traducir con mayor claridad: “íntegro era en su generación”. Tamím significa perfecto en el sentido de entero, íntegro, completo, derivado de la raíz primitiva completar. Dor se puede traducir por generación o edad, relacionado con una revolución de tiempo, una vida, derivado de la raíz primitiva dur, que es algo así como habitar, permanecer, girar en círculos. Así pues, Noé era un hombre justo, íntegro entre los de su tiempo. No en vano, podemos leer en la Ortodox Jewis Bible una traducción semejante: “Noach was an ish tzaddik and tamim among those of his time.” Esto es, Noé fue un varón justo e íntegro entre los de su tiempo. Conviene destacar este matiz porque en ocasiones se ha querido interpretar que el hecho de que Noé fuera “perfecto en sus generaciones” significa que la genética de sus ascendientes no fue corrompida por los hijos de Elohim, aquellos que al principio de Gn 6 se aparearon con las mujeres humanas engendrando a los nefilim. Esa interpretación no es honesta con el texto y no merece más nuestra atención. La última parte, “con Dios caminó Noé”, deberíamos traducirla mejor de esta manera: “con el Elohim caminó Noé.” Ese Dios de nuestra traducción habitual no es Yahvé, que como tal se cita en otros pasajes, sino Elohim, plural de Eloah, derivado enfático de El, que podemos traducir como Dios. Aprovecho para recordar de pasada que El era la deidad máxima en el panteón cananeo durante el periodo presargónico, allá por el tercer milenio  antes de nuestra era, aproximadamente. El caso es que el artículo no es trivial, “el Elohim”, porque reconoce una intervención consciente del autor para remarcar que no se quiere referir a dioses en plural, aunque la palabra signifique eso, sino a un Dios singular. El verbo caminar, por otra parte, es traducción de la raíz primitiva jalák, que significa andar en un sentido amplio, con todas las posibles connotaciones metafóricas que se pueden imaginar dependiendo del contexto: acudir, alcanzar, correr, discurrir, llegar, marchar, morar, pasar, proceder, recorrer, viajar, y muchas otras. En conclusión, la única frase que en apariencia describe a Noé viene inserta como un excurso entre la mención de sus hijos y podemos interpretarla de la siguiente manera sin miedo a equivocarnos mucho: Noé era un varón justo e íntegro entre los de su tiempo, que se conducía de acuerdo con el dios Elohim. Así pues, podemos argüir que las razones por las cuales Noé halló gracia ante los ojos de Yahvé las desconocemos, no son explícitas en el texto, ni tampoco están implícitas en él: no se nos cuenta qué hizo para merecer el adjetivo de justo o íntegro entre sus contemporáneos, si acaso esa sea la causa de que hallase gracia divina y fuera salvado por ello.

Solo nos queda, por tanto, resolver la duda dejándola viva: la pregunta de por qué Noé halló gracia ante los ojos de Yahvé no se puede responder atendiendo solo al texto. Pero eso nos lleva a una conclusión interesante que sí podemos deducir de ello. Agrupemos las conclusiones hasta aquí: no tenemos noticia de la historia de Noé hasta el diluvio, sus acciones se reducen a obedecer a Yahvé y a Elohim, su único diálogo es para maldecir a Canaán y bendecir a Sem, no encontramos otras referencias a él en toda la Biblia hebrea, apócrifos y Nuevo Testamento que resulten relevantes, su importancia en la trama, la historia del pueblo hebreo, se reduce a ser el padre de sus tres hijos, y su única cualidad es ser justo desde una perspectiva moral, sin saber en qué consiste tal justicia. La tesis que propongo por tanto es la siguiente: Noé es una creación literaria ad hoc del autor para insertar el mito del diluvio en la tradición hebrea y enlazarlo con la historia que le interesa. El autor debió sentirse obligado a adaptar ese mito tan conocido en su tiempo, el diluvio universal, y encajarlo en la narración principal, que no es otra que el origen del pueblo hebreo. Lo interesante para él debió ser subrayar el hecho de que bendijo a Sem, antecesor de las tribus semíticas que serán protagonistas de la historia, y que maldijo a Canaán, del cual hace descender a todos los habitantes de la tierra de Canaán que serán antagonistas de los hebreos y tendrán que ser aniquilados a filo de espada para tomar sus tierras, la tierra prometida. Recordemos que el texto de la Torá es una apología de los orígenes legendarios hebreos que pretende, como sucede en todas las culturas, legitimar una nación y cohesionar a un pueblo. La narración del diluvio es accesoria a esa historia, pero al parecer insoslayable, y Noé resulta ser un mero vehículo literario para adaptar un mito demasiado conocido a los intereses del autor. Para ser coherente y verosímil en términos narrativos le falta la definición del carácter y la justificación por sus hechos. Ser obediente, unas veces a Elohim y otras a Yahvé, no hace sino constatar que se están entremezclando dos tradiciones para cristalizar en un texto que, aunque pretende aparentar unidad, resulta heterogéneo. Como decíamos más arriba, ser obediente en sí, que es lo único que se puede rescatar de Noé como actividad, solo sirve para justificar la perspectiva sacerdotal que quiere subrayar el autor, la conducta moral que deben observar sus lectores para ser salvados por el Dios que le interesa ensalzar. Sin embargo, no son motivos explícitos que ayuden a entender en qué consiste obedecer a Dios, cuáles son los patrones morales con los que uno debe conducirse. El caso de Noé es excepcional, Dios le ordena personalmente lo que debe hacer, pero eso no sucede todos los días, no es habitual que Dios se dirija directamente a todos los seres humanos para darles instrucciones. Lo que queda, por tanto, es un refugio para que el sacerdote, o el autor, interprete a su conveniencia la conducta que deben seguir sus fieles para satisfacer a Dios, pues no existen patrones explícitos en el texto, no sabemos en qué consiste ser justo y qué se debe hacer para hallar gracia divina.

En definitiva, el pueblo hebreo no nace aislado y directamente del cielo, sino que surge en convivencia con otras culturas y en constante evolución. Durante la redacción del canon de la Biblia hebrea, la apología de sus orígenes legendarios, se necesita incorporar algunos mitos comunes de su entorno, como en este caso el mito del diluvio, para enlazar los inicios de la creación con sus raíces semíticas y cananeas. La creación del personaje Noé, huérfano de historia previa, de principios vitales y de protagonismo, descrito de forma tan somera e injustificada, ayuda a entender las dificultades que debió tener el autor para resolver la tarea que tenía por objeto. Nos queda en la memoria que fue justo y obediente, bendijo a Sem y maldijo a Canaán, y poco más nos interesa para la historia que se quería contar. Nunca sabremos por qué el autor escribió que Noé nos aliviará de nuestras obras y del trabajo de nuestras manos, porque esa parte también se le olvidó contarla.

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