La falsa pimienta

Dicen que el Schinus molle es un árbol de hojas perennes, pero no sé yo, llora hojas a millones, desconsolado, deciduo durante todo el año. Carretillas llena mi padre, como para alfombrar un desierto. De tantas que tiene, nunca se le acaban, por eso será. Dicen que es un falso pimentero, porque sus frutos glabros parecen de pimienta rosa, globosos, igual de pequeños, con las semillitas muy apretadas para esconder aplanada la hoja embrionaria primordial. Hay que ver, con lo pequeñas que son, y lo grande que llega a ser el árbol, no lo abrazamos ni entre dos. Dicen que si no lo cortamos romperá los cimientos de la casa. Yo creo que si no derribamos la casa no podremos sacar el tocón.

No será pimienta verdadera porque no es una piperal, sino una sapindal, pero tanto vale, porque sirve para todo. Dicen que la resina, que suda mucha, va bien para la caries y para cicatrizar heridas, las falsas pimientas para la retención de orina, en infusión, y el agua de las hojas hervidas para echársela por encima, como analgésico y antiinflamatorio, para cuando te pican los bichos. Los bichos no te pican si te restriegas las pimientas por la piel, eso también. Mi abuela se hacía cataplasmas con las hojas secas para el reúma. De las florecitas esas tan pequeñas que otoñan sacaba un ungüento para que no le doliera todo con el cambio de tiempo. Hasta perfumes dicen que hacían en américa con la corteza del copalquahuitl. Para pimienta no sirve, date cuenta.

He visto a las tórtolas perseguirse por la copa como niñas en primavera, y a dos abubillas haciendo el amor sobre su sombra. Yo leo a su lado por la mañana. Parece que le gusta, porque me echa flores. En otoño está repleto, y hasta zumban las abejas cuando hace sol. Algunas caen en mi cabeza y otras en el café. Pero no las quito. Dicen también que el otoño no es bonito. Qué sabrán ellos.