
Francina Armengol, la presidenta de Baleares, se ríe de todos nosotros, y con razón. No es la única, y nos lo merecemos. El día 7 de octubre denunciaron al Hat Bar de Mallorca por estar abierto a las 2 de la madrugada. Había nueve personas dentro. La normativa dice que la hora límite es la 1 y las reuniones de no más de seis personas. El dueño dejó constancia en la denuncia que no cerró antes porque la presidenta del gobierno balear estaba dentro.

No le faltan argumentos al dueño para legitimar la prudencia de su decisión: si la autoridad que ha legislado los límites de cierre está dentro del local, con su presencia consiente la actividad más allá del horario que ella ha establecido. Pero, aunque esta postura es legítima desde la equidad, no lo es desde la ley, porque la policía hace cumplir lo que está escrito, y luego vaya la justicia por donde quiera.
Varios detalles resultan curiosos. La policía acudió porque los vecinos alertaron del escándalo. Sin embargo, no identificó a los nueve clientes, supuestos causantes del alboroto, solamente denunciaron al local por estar abierto. Cabe recordar que las reuniones se limitan a seis personas y el exceso es sancionable. Se dijo que Armengol estaba fuera del bar cuando llegaron los agentes, testigos mediante. El Consolat solo apunta que «no se entrará a valorar mentiras.» Puedes sacar tú mismo las conclusiones.
El caso es que la presidenta se ríe de nosotros. Los días previos, además de legislar contra la apertura de locales más allá de la 1 de la madrugada, se hinchó de dignidad pidiendo a todo el mundo un mayor sacrificio, que limitemos las reuniones a nuestro círculo de convivencia, que no estemos en espacios cerrados y, por supuesto, que evitemos el ocio nocturno, a fuerza de ley. Pero las leyes no están para los burócratas que las dictan, esa es la dura realidad que no queremos ver. Las leyes así dictadas desde arriba, sin consenso del pueblo y con mala fe solo tienen la intención de socavar la libertad y mearse en la cara de los ciudadanos, con el fin de acostumbrarlo, como al perro que se le golpea para que tema y obedezca. Todo el mundo sabe, y ella sobre todo, que a partir de la 1 el virus contagia igual que durante el día. Nadie duda que es igual de peligroso estar en un bar de copas a las 4 que en un restaurante a las 11. También sabemos que lo mismo es ver a tus amigos de cinco en cinco que de diez en diez, si los has de ver igual y abrazarlos y besarte con ellos. Y más aún, que el gobierno no es nadie para decir a quién podemos besar ni a qué hora. La presidenta lo sabe y se orina encima de las leyes que ella misma propone en el parlamento con una hipocresía propia de psicópatas.
A mí me parece muy bien que se vaya de copas de madrugada con sus amigos. Defiendo su derecho a hacerlo, sin mascarilla, fumando, en pelotas y besando a desconocidos si le da la gana y ellos quieren. Nadie sale lesionado por ello. Ahora bien, hay que tener un trastorno de la conducta social muy grave para prohibírselo a los demás, y sostenerlo con ese cinismo patológico. Y lo peor, dejar que denuncien al dueño del bar, no dar la cara, no intermediar al menos para pedir disculpas ante la policía y asumir su responsabilidad… merece que vomite sobre sus principios éticos.
Ahora, querido lector balear, cuando la veas por la calle le haces una reverencia y cuando tengas oportunidad le confías tu voto, para que defienda tus libertades con honradez.
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Se puede ser tan inútil y tener tan poca vergüenza??? Sí, veo que sí…
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Seguro que empiezan a salir noticias para complementar la denuncia y dejar en buen lugar a la presidenta.
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